Alemán de origen turco, Akin presenta en Gijón Soul kitchen, película que inauguró el jueves el certamen y la retrospectiva que se dedica a un cineasta de sólo 36 años, pero con grandes trabajos. Como su trilogía inacabada sobre el amor y la muerte: Contra la pared, Al otro lado y... ¿Y? "La próxima película tampoco será el cierre. Antes voy a hacer un largo muy largo, de cuatro horas, al estilo de Leone o Bertolucci en los sesenta. Tengo tiempo. Mi carrera está aún en sus inicios".
Intercalados en la trilogía, un fascinante documental musical, Cruzando el puente: los sonidos de Estambul y esta comedia, Soul kitchen -que se estrenará en España a finales de marzo-, en la que abandona los personajes turcoalemanes para hablar de grecoalemanes. "No es mucho más allá, ¿verdad? Bueno, estaba harto de ser el cineasta comprometido con lo turcoalemán, el tío que hacía filmes serios. Necesitaba un descanso. Siempre he hecho películas muy personales, y cada una de ellas refleja mi estado de ánimo. Cuando rodé Contra la pared estaba enfadado; con Cruzando el puente, melancólico... Y ahora necesitaba hacer algo brillante y tonto, antes de volver a lo serio. Y también quería retarme con algo diferente. He aprendido mucho con Soul kitchen. Es la primera vez que me he preocupado de los colores, de conjuntar los diferentes departamentos artísticos o de mostrar en pantalla más de dos personajes principales... Está mal decir esto, pero es la primera vez que he sentido que yo controlaba la película y no ella a mí".
De ahí el cambio de género. "Quería filmar una comedia rápida, no en los términos de MTV, sino en el de la comedia clásica, muy entretenida, que el público fuera todo el rato detrás de la acción y, en términos de estilo visual, cercana a Boogie nights y a Uno de los nuestros. Encima,esas películas te cuentan una historia y de fondo te hacen reflexionar sobre temas políticos y sociales".
Akin mete en un montón de problemas a su protagonista, un treinteañero grecoalemán, dueño de un restaurante cutre al que la vida se le acelera cuando su novia se va a Shanghai. Contrata a un nuevo cocinero y el restaurante se convierte en un éxito, su hermano sale de la cárcel y quiere trabajar con él, y un antiguo compañero de colegio, tiburón inmobiliario, quiere comprarle el local, mientras a él le aparece una hernia discal. Todo ello, regado con una banda sonora de musical soul y funky. Akin menciona referencias rítmicas: Un, dos, tres, de Billy Wilder. "No es una cuestión de cámara, sino de diálogos rápidos y un buen montaje; además, es una película muy soulera, bailonga, con ritmo, carteles pop...".
¿Por eso los malos en Soul kitchen son rubios, estereotipos arios? "Hablo de la gente trabajadora, que lucha contra el gobierno, Hacienda, o contra los neoliberales. Y me he permitido la broma de que ellos fueran arios. Es increíble cómo en mitad de las crisis, en Alemania se repite la elección de un gobierno que nos llevó a esto. La gente sólo piensa en corto".
Akin defiende la comida y el sexo como motores vitales. "Si te gusta vivir, te gusta comer. Si no comes, mueres. A no ser que seas Victoria Beckham. Y si hay que comer, hagámoslo bien. Igual que el sexo. Cosas de la biología, tío".