La inauguración de la muestra fue presidida por la Consejera y Guillermo Martínez, director del Instituto Asturiano de la Juventud, entidad que convoca la Muestra como parte de su programa «Culturaquí». También estuvo presente el comisario de la exposición, Francisco Crabiffosse, con quien compartieron jurado la galerista Nuria Franco; Ana Botella, en representación de Laboral; el artista Ricardo Mojardín, y el crítico de arte y colaborador de LA NUEVA ESPAÑA Jaime Luis Martín. En palabras de este último, la muestra «ha conseguido trazar un discurso comunitario sobre la historia del arte joven asturiano», un arte que refleja fielmente «este tiempo de rutinas y reciclajes, pero, también apuesta por trayectos que pueden romper el aislamiento del arte contemporáneo, sacándolo del ensimismamiento en que se encuentra sumido».
Esa vocación parece animar el trabajo de la ganadora de este año, Sara García (Gijón, 1983), que ya había sido seleccionada el pasado año. «Deber y haber», serie que le ha valido el premio a la artista revelación, usa como soporte libros de contabilidad en los que, con un humor ácido y «kistch», se transmiten mensajes de una intimidad desgarrada a través del grafismo de la rotulación antigua o la ilustración.
Esa misma simplificación y reutilización de las formas asociadas a la ilustración, el cómic o el arte popular aparecen también en algunos otros de los seleccionados, como Lorena Álvarez (San Antolín de Ibias, 1983), que pinta un mundo colorista de inspiración infantil sobre plásticos estampados; Manuel Griñón (Luarca, 1981), más próximo en sus dibujos al lenguaje del cómic «underground» o el humor gráfico; Carlos López Traviesa (Llanes, 1979), en sus coloristas acrílicos o sus inquietantes tintas, o el Colectivo Rubenimichi, que mezcla referencias del retrato clásico, la emblemática, el «kistch» y el pop. En una línea más poética se sitúan las litografías de Carlos F. Pérez (Bogotá, Colombia, 1977), aunque también incorporan referencias al lenguaje de la decoración y la ilustración popular. Rebeca Menéndez (Avilés, 1976) prolonga en sus fotografías y serigrafías su sutil deformación del mundo doméstico el uso de una iconografía infantil. Finalmente, Adrián Cuervo (Gijón, 1981) cuelga una videoinstalación en la que construye un abstracto y poético simulacro de la velocidad.