Una de las citas fundamentales en los Encuentros Internacionales de Juventud de Cabueñes es el festival 'Arenas Movedizas', coordinado por el colectivo Fiumfoto (Cristina de Silva y Nacho de la Vega) que presenta estos días una exposición colectiva en la sala 2 del Centro de Cultura Antiguo Instituto, de Gijón. Como en otras ocasiones, la muestra trata de ofrecer trabajos multidisciplinares que comuniquen con el espectador apostando por las nuevas tecnologías, desde la periferia creativa y lejos de los circuitos del mercado.
Los conceptos de identidad y acceso a los nuevos medios son el eje temático de las propuestas. Los tres participantes procedentes de fuera de Asturias son Angeles Agrela (de Jaén), con el vídeo 'Poder Vídeo 7'; el colectivo 'Fuss!' (de Madrid-Berlín,
www.fuss.cc), con la instalación multimedia 'Ambientador: War', y Adelin Schweitzer (de Marsella,
www.deletere.org) , con varias piezas derivadas del mundo del videojuego. Y por la parte asturiana, se incluyen los trabajos de Iñigo Bilbao (
www.ibl3d.com), con las impresiones digitales de la serie 'Memento: Mori'; Orson San Pedro, con su acción 'Dialogs with...' (
dialogwith.blogspot.com) y Pablo Iglesias, uno de los jóvenes que recibió en 2005 la beca AlNorte de EL COMERCIO en la Semana Nacional de Arte Contemporáneo, que ahora ofrece aquí la videoinstalación '4.0'. El conjunto, bien montado y distribuido en la segunda planta del Antiguo Instituto, deriva por varios derroteros manteniendo firmes las tesis del festival para ofrecer instantes que alternan la imagen, la música, la estética y la sugestión, con grandes dosis de ironía y con metodologías de trabajo más o menos complejas.
Comunicación
La exposición es un buen ejemplo de las relaciones actuales entre los creadores y los medios de comunicación, en general, dominados por los acertijos visuales y las herramientas informáticas. Tal es el caso de las cuatro obras de Schweitzer, que cuestionan el rol del espectador en la sociedad contemporánea mediante videojuegos interactivos.
Más atractiva resulta la propuesta de Agrela, artista andaluza que ya participó hace cuatro años en una de las ediciones del Salón de Fotografía de Cajastur bajo el comisariado de Javier Ávila con sus investigaciones acerca del mundo de los superhéroes. Aquí, una vez más, Agrela parte de imágenes donde se disfraza como metáfora de la excentricidad y las complicaciones del artista en el mundo actual, desarrollando secuencias narrativas.
Las instalaciones multimedia del colectivo 'Fuss!', son habituales en los festivales visuales europeos. Ahora, en Gijón, muestran una obra generada a partir de la composición aleatoria de una selección de elementos audiovisuales relacionados con la guerra. Con ello proponen un variado espectro de imágenes, algunas inocuas y otras ciertamente impactantes, que responden de manera inversamente proporcional a la energía de cada espectador.
Lo virtual, lo real
En las cinco impresiones digitales presentadas por Iñigo Bilbao se experimenta con el potencial creativo del hardware y el software científico, de los que el autor ha logrado extraer registros potencialmente expresivos utilizando los gráficos de los diagnósticos médicos. Las máquinas emplean los píxeles como herramienta compositiva, desarrollando una reproducción virtual de las imágenes que han servido de modelo a cada obra.
Orson San Pedro (pseudónimo del inquieto artista gijonés Benjamín Rodríguez) vuelve a explorar las relaciones directas con el público, como ya hizo en anteriores experiencias realizadas en la ciudad. Ahora, el joven autor recrea un salón donde recibir y convivir con los visitantes, mediante foros y debates que se incorporan a un blog interactivo. Se trata, en fin, de estimular las relaciones e identidades entre el artista y el público.
Pablo Iglesias, cuya 'Habitación 211' recibió hace dos años la beca AlNorte que se expuso en el Museo Barjola para mostrar los aspectos más detestables de la psique humana, retoma esos propósitos en el terreno del audiovisual con un juego numérico. Para ello parte del 4, primer número natural que es mayor que la suma de sus divisores exceptuándose a sí mismo. La instalación se sostiene en microhistorias (con el propio autor como sempiterno protagonista) que terminan convergiendo en cuatro capítulos de un mismo libro sobre la condición humana.