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diciembre 2009

AlNorte dibuja los laberintos del arte

Domingo Sánchez Blanco, con las corbatas de su padre de nuevo sobre su cuello.
Domingo Sánchez rinde homenaje a su padre con una acción «de amor» y banquete de oriciosEl taller infantil llega al Barjola para reproducir un hilo de Ariadna de colores y sueños de la mano de Charo Cimas
AlNorte09 meció ayer su octava jornada entre los dogmas del arte, los significados de las acciones celebradas en su nombre y la importancia o no de la provocación como método de trabajo, logrando cerrar el día con un dibujo de los laberintos del arte al que puso mano, voz y acción Domingo Sánchez Blanco, en el Centro de Cultura Antiguo Instituto, y colores, diversión y también movimiento, Charo Cimas, en el Museo Barjola. El primero con aforo adulto. Artistas, amantes del arte y galeristas fueron su público. La segunda actuó con actores de corta edad.
Ambos plasmaron un juego. Ella más evidente, él más solapado. Porque Domingo Sánchez, experto en trabajar con lenguajes, métodos, imágenes, caminos y sueños, que confiesa que «experimentar siempre es aburrido» también aporta a su obra un sentido lúdico. Incluso para rendir homenaje a un ser que se ha ido. Ayer, para tributar recuerdo a su padre recientemente fallecido, el artista, conocido por sus cientos de performances («que ya son pasado»), envió a la también creadora Maite Centol, ayer su «conseguidora», a comprar oricios ya entrada la noche en la ciudad. Con ellos en la sala de conferencias del Antiguo Instituto, Domingo se quitó la camisa, se caló un casco de espeleólogo y un abrigo de foca, tomó la silla que le medio escondía tras la mesa de conferenciante, la colocó al mismo nivel que sus espectadores y ya sentado en ella sacó una bolsa llena de corbatas, todas de su progenitor, e inició un acto de amor, «que no de provocación». Consistió el tributo en convertir las prendas en banderas de un recuerdo. «En el fondo es lo que son las corbatas, pequeños jirones de banderas». Primero las repartió entre quienes le escuchaban, al principio algo atónitos,y depués pidió que volvieran todas a su cuello.
Manjar marino
Mientras el proceso seguía su curso, todos degustaban el manjar marino. En la sala pronto hubo tantas cucharas, corbatas y cervezas (que también hubo convite de bebida) como teoría del arte. Y eso que Domingo Sánchez no quería hablar. «Yo soy un artista no se hablar, puedo contestar a cuanto me pregunten, pero no he venido aquí a dar una conferencia», dijo a los cinco minutos de tomar posiciones.
Dispuesto a responder a cuantas curiosidades le fueran planteadas tuvo que guiar su propio camino solo, porque de la platea no salían interrogantes. Bueno, sí, uno de la también artista Mabel Lavandera, interesada en saber por qué su cita de ayer en AlNorte se presentaba bajo el título 'Yo, inspector de alcantarillas'. «En realidad, no lo sé», dijo el invitado. «Creo que mis acciones se adentran en cierto modo por las alcantarillas y con el tiempo creo que he logrado un grado, de ahí lo de inspector», aclaró finalmente.
Mientras Domingo hablaba, Ángel Antonio Rodríguez, el crítico de EL COMERCIO y LA VOZ DE AVILÉS, que dirige AlNorte, implicado directamente en el proyecto 'Convergencia cultural' que abre una ventana en internet, en la que participa la Semana de Arte Contemporáneo de Asturias, navegaba por la red ofreciendo a pantalla grande los trabajos del artista castellano. Trabajos que despertaron alguna duda. Alberto Vigil-Escalera, de la galería Van Dyck, con ellos en la mirada preguntó por la provocación en el arte, «¿quiere el artistas acumular respuestas de aquellos a los que provoca?». «Provocar por qué sí es de gilipollas, pero hacerlo para lograr cierta descarga eléctrica puede tener sentido», le contestó, justo antes de contar que en Salamanca, su tierra se está levantando un cementerio de «obras desubicadas, en el que ya yacen 25 y esperan tierra otras 40».
Taller infantil
Y del laberinto de Domingo Sánchez al de Charo Cimas, que recurrió al hilo de Ariadna como el que tejió Teseo para que encontrar el camino de salida en el laberinto del Minotauro. O más infantil todavía, como el rastrito de migas de pan que Hansel y Gretel dejaron para regresar a su casa si se perdían en el bosque. Con esas ideas como telón de fondo, Charo Cimas dirigió ayer un taller infantil en el que los más pequeños hicieron su propio laberinto.
Fue como un juego. La elaboración consistió en unir cintas de colores desde la escalera del Museo Barjola a los clavos en los que suelen colgarse los cuadros de las exposiciones.
Así hilvanando una red, los niños pasaron un buen rato, pero el fin último era dar forma a sus deseos con recortes que a su vez colgaron de sus cintas. El resultado, una tela de araña colorista con todos los deseos atrapados como si de insectos que hubieran caído en la trampa se tratara.
«Lo pasamos muy bien y me llamó la atención que entre los deseos de los niños haya peces, regalos y otras cosas sencillas. Ha sido una buena experiencia comentó al concluir el taller, esta ceramista, dibujante y polifacética creadora que hace de la vida constantes metáforas.

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