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Nunca paran los descubrimientos - Manon Claire en España

3 semanas sin contaros nada y vais a odiarme porque tengo muchíííísimas cosas que contar y enseñar...

Empezamos con las últimas cosas que pasaron en el CMX. Fuimos a varios talleres de corresponsabilidad con Paloma. Esa vez, tocaba ver si los participantes sabían cómo se tenían que hacer las tareas del hogar. Planchar, barrer, hacer la compra, limpiar los cristales,... Era muy divertido verles intentar esas tareas (para algunos por primera vez), y me gustó mucho esa manera de sensibilizarles. También, seguí con los talleres de conversación, e intenté cambiar un poco haciendo el taller de inglés en la exposición que teníamos aquí, la de Monica Jímenez, que me había gustado mucho. Estaba contenta enseñar a mi grupo el trabajo de una artista local que trata de muchos temas de actualidad.

 

Después de una semana muy activa, disfruté mucho de mi fin de semana con mis amigos. Con Lena y mi amigo Carmelo de los talleres de conversación, fuimos al evento semanal de la asociación Erasmus (ESN), el "Jueves de Tapas". Era una noche especial con música francesa, así que todos los franceses estaban a tope. Era muy gracioso ver a amigos italianos, alemanes o españoles intentar cantar las canciones en francés. Disfruté mucho de ese momento compartido con muchos jóvenes a quienes les gustaba España tanto como a mí.

El 11 de febrero, fui a visitar León con mi amiga Emma y dos otras chicas de Erasmus. Como todo el mundo me había hablado de ella, visitar esa ciudad estaba en mi lista de cosas que hacer durante mi voluntariado. Así que fuimos las cuatro, con ganas de descubrir todos los secretos de León. Creo que vimos casi todo: las calles coloreadas, la Catedral, la Casa Botines,... Tuvimos un tiempo precioso, así que pudimos aprovechar al máximo de ese día muy bonito.

  

   

Sabía que ese finde lo había pasado demasiado bien. La vida es como las montañas rusas, y sabía que, en un momento u otro, iba a bajar de la punta de la atracción. No tardó mucho, porque el domingo me enterré de que Emma había dado positivo al Covid. Dos días después, aunque ya tenía síntomas desde hace unos días, yo también di positivo. Sabía que podía pasar, y también que tenía que pasar un día. Así que, al final, decidí aceptar esa noticia en plan "bueno, luego, estaré más tranquila". Por supuesto, hubo unos días difíciles, largos, en los que lo único que puedes hacer es pensar y reflexionar sobre todo lo que estás viviendo (o no). Necesitaba salir, hablar con mis amigos, disfrutar con ellos y aprovechar de mi experiencia. Era bastante duro ver a todo el mundo disfrutar, y yo estar encerrada. "Afortunadamente", Emma estaba en la misma situación, así que nos apoyamos mucho, tanto en la cuarentena como en otros asuntos. Además, tuve mucha suerte porque estaba muy bien rodeada. Nanús hizo mis compras y me compró un montón de cosas francesas, ya que justo esta semana era "la semana francesa" en el Lidl. Galletas, creps, mermelada: estaba como en Francia de nuevo. Y Lena fue genial también. Me apoyó mucho porque ella sabía que, a veces, estar aislada podía ser duro. Me cocinó un plato de pastas con espinacas muy rico. De hecho, habíamos apostado una comida la semana antes, y perdió. Teníamos que adivinar la edad de un chico de la ESN, y gané yo 😜. Ahora no quiere hacer más apuestas conmigo jaja.

   

Tras casi 10 días encerrada, viendo películas, escuchando mil músicas y cantando en todo el piso, creo que mis vecinos estaban muy contentos de verme, POR FIN, salir a la calle. Creo que ahora, todas las calles, incluso las más feas, me van a gustar. No nos damos cuenta de la suerte que tenemos de estar libres antes de que nos la quitamos. Por fin, pude sentir el aire puro y respirar el olor del mar. Vi unas puestas de sol maravillosas, y colores increíbles en el cielo. Y no podía dejar de pensar en lo que estaba pasando en Ucrania. Cuando estaba de Erasmus en Santander, tenía dos compis ucranianos. Con otro chico francés, eramos como una familia: cocinar juntos, comer juntos, jugar a juegos de mesa, ver películas, cuidar de la casa, ... Hacíamos todo juntos. Por supuesto, me impacta muchísimo  lo que está pasando ahora mismo. No entiendo cómo puede ocurrir algo así en 2022: es una locura. Y lo peor, es que te sientes impotente. Apoyé unas asociaciones económicamente, hablé con mis compis, sensibilicé a mis amigos que no sabían lo que estaba pasando, fui a una manifestación contra la guerra, hablé mucho con Emma que como yo tiene amigos ucranianos,... Pero al final, no tenemos el poder. Todo lo que está pasando me hace pensar aún más que hay que aprovechar cada momento, incluso los más sencillos.

  

Con todo lo que había ocurrido últimamente, necesitaba una bocanada de oxígeno. Me la dieron mis abuelos y mi mama, que vinieron a visitarme. Compartir momentos con ellos no tiene precio, aún más aquí en España, así que aprovechamos cada momento. El sábado 25, fuimos a Cabo Peñas y Lena vino con nosotros. El tiempo era maravilloso, y nos ofreció un paisaje aún más bonito.

   

Después, visitamos Avilés para disfrutar un poco de la atmósfera del carnaval que tenía lugar por la noche. A mi familia le gustó mucho los callejones coloreados de la ciudad, así como su arquitectura tan especial. No pudimos quedarnos para el carnaval porque teníamos que viajar en otro sitio de Asturias: estaba un poco decepcionada por no poder asistir a ese evento del que todo el mundo me estaba hablando desde hace unos meses, pero bueno, hicimos cosas tan bonitas que no me arrepiento.

   

Al día siguiente, visitamos a un sitio que quería descubrir en Asturias: Taramundi. Había leído un artículo que comentaba el carácter rural y folklórico del pueblo: estar con mi familia me paarecía ser el momento perfecto para conocerlo. Visitamos a un cuchillero, que nos enseñó todos los pasos para hacer una navaja. Estaba completamente fascinada por su manera de trabajar: fue un momento único. Ahora, tengo esa navaja en casa, y cada vez que la voy a usar, voy a acordarme de que la vi pasar de un trozo de madera y de hiero a su forma final. También, visitamos el museo de los molinos, del que había visto muchas fotos. Está muy bien hecho, porque puedes hacer funcionar los diferentes molinos tú mismo: una visita muy lúdica. Y qué paisaje: estar así al lado del agua, escuchando el ruido del río y de la cascada. Me encantó ese momento de tranquilidad. De manera general, me encantó descubrir Taramundi: comimos como reyes, vimos paisajes únicos, y aprendimos muchas cosas.

  

  

   

Disfrutamos de la ruta de vuelta a Gijón para pararnos a Luarca. Había escuchado que era un pueblo muy bonito, y la verdad que no me decepcionó. Los colores de los barcos en el puerto, la iglesia, las vistas al mar: maravilloso. 

   

El lunes, descubrí un lado más rural de Gijón que no conocía. Cada vez me hace mucha gracia ver que mi mama, que ha venido una vez en Gijón, conoce sitios que yo no conozco. Dimos un paseo en el camino cerca de la Plaza San Lorenzo, y cogimos la ruta del Cervigón  hasta la casa de Rosario Acuña.. Había un prado con vacas: siempre me impresiona ver que, tan cerca de la ciudad, puedes encontrarte en plena naturaleza. Me parece muy típico del norte de España.

  

Por la noche, tenía lugar el carnaval de Gijón. Como no había podido estar en el de Avilés, quería disfrutar de este con mis amigos. Perdona eh, pero no me gustó mucho la cabalgata 😅 No había nada especial, pero la verdad que lo más importante era estar con mis amigos. Emma iba de mariquita y yo de vaca. En Francia, muchas vacas se llaman "Marguerite", así que, para "españolizarlo" un poco, me llamé Margarita: Margarita y Mariquita 🐮🐞. Después, salimos de fiesta todos juntos: qué placer volver a bailar, cantar, reír, vivir. Fue una noche genial.

  

Os lo juro, queda muy poco que contar. Termino este artículo contándoles mi día del martes, que fue maravilloso. Con mi familia, fuimos al mirador del Fito y a los lagos de Covadonga. No conocía el mirador, y me encantó las vistas increíbles sobre las montañas y el mar. Cuando estábamos ahí, nos dimos cuenta de que Covadonga no estaba tan lejos, así que fuimos hasta allí porque vale la pena. Mi mama quería matarme, porque no le gusta conducir en las carreras de montaña, que tienen muchas curvas. Pero fue increíble, y a mis abuelos les gustó mucho descubrir ese lugar mágico.

  

  

   

Y YA sabéis todo. El artículo fue largo, pero no podía no contaros esas cosas. Me quedan solamente dos meses aquí, y no me doy cuenta... Pero como podéis ver, disfruto de todos los momentos que tengo. Es una experiencia tan increíble que quiero que nunca acabe...

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