Ya desde Diciembre, antes de separarnos por navidades, intentamos aprovechar al máximo el tiempo que nos quedaba juntas, ya que el final estaba llegando. Disfrutamos mucho a la vez que soltamos alguna lágrima. Pasamos el tiempo con experiencias nuevas, como haciendo esquí de travesía, o cosas cotidianas, como ver una peli y cenar juntas o colgar las hamacas de los árboles y desayunar al sol.
También conocimos a voluntarios que llegaron nuevos a Brno y Praga, y pudimos quedar varios fines de semana y conectar con ellos e incluso hicimos una fiesta navideña en casa a la que muchos se unieron.
Una de las cosas que más me gustaron de la cultura de República Checa fueron los deportes de invierno, y por suerte este año pudimos probar varios de ellos. Todas las semanas con el cole fuimos a patinar sobre hielo, y como teníamos una monitora aprendimos algunos trucos más avanzados.
En Enero, a la vuelta de navidades, la sensación era diferente, la nostalgia llegó antes de tiempo. Las siguientes voluntarias que nos sustituirían fueron llegando, y aunque me encantó conocerlas, la sensación de que el proyecto se terminaba era mayor... Aún así nos lo pasamos genial, fuimos por última vez a la sauna, volviendo a casa por la noche con la luna llena iluminando el camino, los últimos paseos por los montes de Tisnov, viaje a Budapest (en el que en el blablacar de vuelta nos encontramos una gatita en la autopista y una de las chicas que viajaba con nosotras se la quedó). Y cuando ya tocaba volver... también llegó el positivo en covid, así que.. QUE PENA, me quedé unas semanas más, y los últimos días pude disfrutar en las montañas en la frontera con Polonia, donde también fuimos a esquiar, y despedirme de todos, y llorar, mucho... Pero nos volveremos a encontrar:).