2022. Enero del 2022. Sin embargo, parece que fue ayer cuando llegué a República Checa, cuando comencé esta aventura a la que ya le veo el final. Diciembre ha volado. En realidad, el año entero ha volado. No soy consciente aún de lo que está por llegar. No puedo aún hacerme la idea de los siguientes pasos. Qué quiero, qué haré, a dónde iré.
Diciembre ha sido muy diferente a todos estos años de vida. Por primera vez, este sentimiento navideño lo he encontrado en otro país. Por primera vez, he pasado las fiestas fuera de mi casa, sin mi familia sanguínea. Porque familias hay muchas, incluso esa que te acoge y con la que disfrutas unos días en su compañía. Y es que he pasado 10 días en Wurzen, un pueblito de Alemania. Un amigo me habló Kanthaus, una casa comunal y autogestionada y enfocada en la sostenibilidad y el food-sharing. Y allí que me fui, haciendo auto-stop sola por primera vez. Conocí gente nueva, pasé frío, rescatamos mucha comida de los contenedores (no os podéis hacer la idea de lo que tiran los supermercados), vimos pelis, hicimos paseos en bici y andando... Y no faltó una performance drag de las Campanadas con dos amigues del Estado Español.
La vuelta a Tisnov ha sido rara. Muchas emociones y vivencias que asentar de esos días pero también sabiendo que ya está, que esto se ha acabado. Aún sabiendo que queda todo el mes por delante. Es un poco amargo. Pero estoy intentando ver todo desde el agradecimiento y los aprendizajes. Como una nueva puerta que se abre y esta que queda arrimadita porque, como ya sabemos, nunca será un Adiós.