Vuelvo por aquí para contar mi pequeño periplo por Grecia durante el mes de junio. Después de unas largas y necesarias vacaciones, he llegado a las siguientes reflexiones.
1. En el interior de Grecia existe lugares preciosos y muy desconocidos.
2. En Atenas, en pleno hace tanto calor a las 10 de la mañana que es imposible estar en la calle. Suerte de aire acondicionado.
3. Por pura casualidad, acabe visitando una zona descocida y mágica, la región del Monte Pelion. Tan recóndita como bella. Ahí encontramos una pequeña y alejada cala donde montamos nuestro campamento por una noche. Será difícil de olvidar.
4. Ioannina me recordó mucho a Salamanca. Es una pequeña ciudad en el noroeste de Grecia que rebosa vida, historia, naturaleza, mucha gente joven y es un punto neurálgico universitario.
5. Meteora es un lugar impresionante. Un obra de la geologia repleta de misterio. En medio de la planicie de la Grecia central, se encuentran éstas rocas con decenas de monasterios encaramados en los monolitos que se elevan en medio de la llanura y que alcanzan alturas de hasta 600 metros. La palabra Meteora en griego significa suspendido en el aire. Estos monasterios ortodoxos habitados desde el siglo XIV, están clasificados por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. De los 24 monasterios construidos en un principio, sólo 6 permanecen en la actualidad. El paisaje desde arriba al atardecer es realmente espectacular.
6. Estuve en el desfiladero más profundo del mundo y no lo supe hasta que volví a casa. Se hace llamar el Desfiladero de Vikos, en el parque natural de Vikos-Aoos, al norte de Grecia, haciendo frontera con Albania. El lugar me resultó impresionante y todos los pueblos de la zona de Zagoria me hicieron viajar muchos siglos atrás. Pueblos pequeños pero monumentales, donde la piedra toma protagonismo y donde caminar por sus calles es como ir montada a lomos de un dragón lleno de escamas (ésta frase la leí en algún blog de viajes y luego descubrí que era totalmente cierto).
Hasta el mes que viene!.
Este fin de semana me escapé a Francia, después de un mes y medio sin ver a mi familia.
Después de un viaje largo (7 horas de bus y luego 3 horas de coche desde San Sebastián), finalmente llegué a Burdeos el 31 de octubre, justo para celebrar Halloween. Ya sabía que Halloween en Burdeos no era la gran cosa, pero igual me emocioné y decidí disfrazarme de una bola disco!