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El invierno en una isla griega- Elena Vega desde Grecia

Hoy hace tres meses que llegué a Lefkada, una pequeña isla situada en el mar Jónico. No miento si os cuento que escogí Grecia, entre otras cosas, porque estaba buscando el sol. Los inviernos en Gijón, la ciudad que me acogió los ultimos cinco años de mi vida, no son fáciles. La oscuridad y la falta de luz estaban haciendo mella en mi estado de ànimo.

 

Lefkada, como la mayoría de las islas griegas, es dependiente de las temporadas y del turismo veraniego. En invierno se cierran la mayoría de restaurantes, bares y tiendas, como si los lugareños no fueran suficiente motivación para mantenerlos abiertos (es el mercado amigos). El covid también ha influido claro y desde que llegué a principios de diciembre de 2020, todo sigue cerrado y no he podido probar ninguna de las delicias culinarias y el contacto con la gente local se hace complicado. Pero a pesar de todo ello, estoy disfrutando cada minuto, ya que podemos movernos libremente por la isla y he tenido la oportunidad de ver lugares realmente hermosos. El tiempo aquí parece haberse detenido y todo se inunda de una calma y lentitud maravillosa, para lo bueno y para lo malo.

 

Algunas de las cosas que me encantan y que en otro paises de europa serían impensables, es el ambiente de confianza. Puedes dejar la bicicleta aparcada sin llave en cualquier lugar  y el tiempo que sea. Nadie te la va a robar. Es algo que nadie se plantea. Si extrapolas eso a todo lo demás, el ambiente se torna en todo armonía y buen rollo. El "greek mood" que llamamos aquí.

Los precios de algunas cosas son realmente baratos, como por ejemplo  el transporte público, el alquiler de coches, el precio de los museos..

Los griegos de natural son agradables, càlidos y dispuestos a ayudar. Excepto cuando conducen, que son como si un psicópata se adueñase de ellos. Los pasos de cebra son invisibles a sus ojos, con el peligro que eso conlleva (risas).

Con respecto al idioma, los griegos en general hablan muy poquito inglés y les gusta que intentes decir algo en su idioma (como a todo el mundo imagino). Una aprende a hablar recordando las palabras fonéticamente por que aprender a leer requiere de mucho esfuerzo, ya que hay muchas letras diferentes con respecto a nuestro alfabeto. Aún recuerdo mi primera compra en el supermercado. No sabía si estaba comprando leche de burro, de cabra o de murciélago. Tiempo después descubrí Google lens (una app estupenda que traduce simultáneamente las cosas). Y claro, ya no se vivir sin ella. 

Nunca antes había vivido más de dos meses fuera de mi país y seré sincera, los comienzos no fueron fáciles. La barrera del idioma fue lo peor. Vine con un nivel muy bajo de inglés y los esfuerzos por entender y hacerme entender me abrumaban. Terminaba los días muy cansada. Por suerte, ésto ha ido cambiando y cada vez resulta más sencillo. Poco a poco tu mente va pensando  en inglés y lo hace de una manera muy orgánica y natural.

Cada día agradezco estar aquí. La hermosura del lugar es un regalo en sí mismo. La libertad que te ofrece dejarlo todo atrás y llenar tu maleta cogiendo solo lo imprescindible es incomparable.

 

Si te gusta la vida lenta, éste puede ser tu lugar.

Pd. Otro día hablaré del trabajo, que también es importante.

 

 

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