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Octubre 2019- Isabel Langa desde Austria

¡Buenas de nuevo!

Este segundo mes de voluntariado ha sido muy intenso en todos los aspectos. Por una parte, he aprovechado cada fin de semana para viajar o recibir visitas. Por otra, he tenido que lidiar con unos cuantos roces en el proyecto. De todas formas, bien está lo que bien acaba, y parece que por fin he logrado asentar una rutina.

Probablemente lo que más ha llamado la atención ha sido esa mención a problemas en el proyecto, así que empezaré por ahí. Al poco de comenzar el trabajo, te darás cuenta de que cada sitio es un mundo y a cada voluntario le tocan unas condiciones diferentes. Algunos trabajan poquísimas horas al día, entrando a las 12. Otros se pasan la mitad del tiempo tomando café con pastas. Algunos recorren la ciudad entera de excursión o participan en eventos culturales. A la hora de compartir experiencias, siempre nos sorprendemos de que todos estemos amparados por la misma asociación de acogida. En mi caso, más que sorprendida me quedé algo mosqueada, al descubrir que yo y mis compañeros trabajamos más que nadie (de 9 a 16) y no disfrutamos de descansos durante el día (7 horas seguidas) o vacaciones a nuestra elección (solo 9 días al año). Al parecer, nuestro role se asemejaba más al de un trabajador en jornada completa que al de un voluntario (pasamos del "oh, estoy aportando mucho, que bien" al "me estoy agobiando"). A esto se le sumaron algunas otras contrariedades respecto a las tareas, alcance de la responsabilidad y derechos que tuvimos que comentar en una reunión con los responsables del kindergarten. Por suerte, Grenzelos (asociación de acogida) está siempre pendiente y nos ayudaron a la hora de preparar la sesión de feedback. Todavía es pronto para saber si la situación mejorará a raíz de esta, pero al menos hemos tenido nuestra primera práctica de "lidiar con los jefes sin llegar al conflicto".

Pero no todo ha sido tensión, el día a día en una guardería es tan agotador como entretenido. Mis niños aprenden español a velocidad récord, en parte porque no saco tiempo para aprender alemán y solo les queda esa opción para comunicarse conmigo. Me derrito cada día con sus chorradas, balbuceos y mimos, porque son una panda de gamberros con más energía que el propio sol. Cada vez nos llevamos mejor con los padres, que en general son muy jóvenes (¿sabíais que en Viena te dan dinero y un año por cada hijo? No vas a pasear más de 100 metros sin toparte con 3 niños al menos), y es un gran alivio saber que están encantados con tu trabajo (incluso te intentan captar como niñera, pero ojo cuidado que terminas quedándote en Viena adoptada).

 

Imagen: niños muy borrosos desde la ventana del Kindergarten (las únicas fotos que tengo con ellos son las que sacan los pedagogos, por el tema de protección de imagen)

Hablando de Viena, octubre ha sido especialmente agradable. El otoño ha aterrizado despacito, con temperaturas muy moderadas (fresco como para llevar jersey) y la ciudad quedó preciosa cubierta de hojas. Nos pasamos las tardes en las terrazas cercanas al Augarten bebiendo chocolate caliente, melange o pumpin spice latte; fuimos de compras a tiendas de segunda mano para dejarnos menos de 10€ por el armario entero de otoño;  exploramos los alrededores de Viena para descubrir castillos y colinas con vistas alucinantes etc.

 

Imagen: castillo de Kreuzenstein así a lo artístico para que te des cuenta de que es otoño

 

Imagen: Viena desde Kahlenberg con unos cuantos afortunados que pueden permitirse los precios del café en esa terraza

En cuanto a los viajes, regresé a Budapest, visitando también Praga y Brno. Las tres son ciudades baratas y un finde allí da para mucho, así que a veces sale mejor sacar un Flixbus barato e irte de aventura que quedarte en Viena.

  

Imágenes: Brno y Praga

Pero, ¿en qué se ha quedado mi día a día?. Me apunté a un gimnasio de estos baratos (FitInn) con unos pocos amigos y solemos ir después del trabajo, para después preparar la cena todos juntos en alguno de los pisos (jamás en mi residencia, ¡no tenemos ni horno!). A veces intentamos estudiar algo de alemán de por medio, aunque suele ser un fracaso, y excepcionalmente vamos al cine o a algún evento (sobre todo si lo ofrece Grenzelos gratuitamente): el Viennale, Acro-Yoga, visita a Albertina... Al venirme pensé que mi rutina iba a consistir en "German and chill", pero ambos escasean, así que me queda disfrutar de todas las oportunidades (y fiestas) que ofrece esta ciudad.

  

¡Hasta la próxima!

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