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Continuamos para bingo-Javier Martín-SVE en Polonia

Miro a través de la amplia ventana oscilobatiente de la habitación recientemente abierta para dejar entrar un poco de aire fresco de la mañana. Son las 9 en punto de un día de verano cualquiera en Polonia, una mañana fría pero soleada. Al dia siempre le cuesta entrar en calor las primeras horas; es como si el invierno nunca se fuera del todo. La ventana desnuda, sin tupidas cortinas permite al sol campar a sus anchas por la habitación calentando mis mejillas todavía adormecidas. Aquellas golondrinas que merodeaban la casa hace más de 5 días ya no cantan, sospecho que este frío repentino a acabado con ellas. Las coníferas de color verde oscuro del jardín se mueven ligeramente al son que el aire gélido mañanero les marca.

Oigo alboroto escaleras abajo. El sonido de las ollas golpeando unas contra otras en el cajón del mueble de la cocina y el inconfundible traqueteo de un tenedor agitando unos huevos en un plato de loza. Parece que Ola ya está preparando el desayuno. Hoy toca pancakes.

Queda menos de una semana para decir adiós oficialmente a la vida de voluntario y Ola y yo hemos decidido establecer nuestro campo base en el pequeño pueblo de Leonow. Es una localidad de 9 casas unifamiliares cerca de la ciudad de Łódż, rodeada de amplios y tupidos bosques. La vegetación dominante son las coníferas, las cuales lucen imponentes en lo alto del pueblo. Tengo la sensación de que un gigante verde rodea el lugar con sus enormes brazos salvajes. En la región central de Polonia donde nos encontramos, prácticamente han desaparecido este tipo de bosques, es por eso que valoramos aún más si cabe su existencia.

Íbamos a Leonow para todo los que necesitábamos. Cuando teníamos hambre y cuando estábamos muertos de cansancio. Íbamos cuando estábamos felices, para celebrar y cuando estábamos tristes, a quedarnos callados o en busca de algo que nos calmara los nervios. Venimos a Leonow porque nos sentimos seguros y felices y porque allí viven los padres de mi novia y si ella dice que hay que ir, pues vamos, no voy a ser yo ahora el que le diga lo contrario.

Tomo asiento en la pequeña habitación de paredes moradas y blancas que los padres de Ola han reconvertido en un coqueto despacho donde poder trabajar y a su vez saciar el apetito literario.  El olor a tinta y papel perfuma la estancia de manera embriagadora. Ola siempre alarde de las estanterías repletas de libros que hay alli.

Abro el ordenador para finalizar la tarea que una vez me encomendaron desde tierras asturianas. He de finalizar "el blog". Mientras pienso y analizo cada palabra a escribir, el zumbido de mi movil me hace despegar la mirada del ordenador. Con la mano ya en el pomo de la puerta, noto como el corazón se me dispara. Salgo corriendo de la habitación y le muestro el mensaje a Ola. Se hizo un silencio ensordecedor. Yo miraba a Ola, mientras ella mantenía la mirada fijada en el teléfono. Ola apartó el teléfono de su cara y me miro.

-Pues si-  proseguí yo,  -lo hemos conseguido Ola-.

Era oficial, había conseguido trabajo en Polonia a tan solo 10 días de volverme a España.

 

 

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