Conocí a los compañeros de piso de Charlyn, uno de ellos no estaba y amablemente me dejó su cama. Al día siguiente, una chica de Austria me enseñó un poco la cuidad. Pero con los chubascos que caían me refugié rápidamente en un pequeño restaurante para tomar un caldo gallego. Luego salió el sol y fui a visitar la famosa Catedral, cuya fachada estaba desgraciadamente cubierta con andamiaje. La entrada es gratis, solo tienes que esperar bastante porque, claro, esta muy concurrida. La catedral no es de las más bonitas que he visto, pero en el medio hay una estructura adornada de oro. Puedes subir una pequeña escalera y poner tus manos en los hombros de la estatua del Apóstol Santiago, ¡que te deparare fortuna!
En un día puedes ver todo de Santiago sin problema, hay un parque en un viejo cementerio que es muy bonito de ver y el Parque de la Alameda tiene unas vistas preciosas del casco antiguo y la catedral. Incluso me dio tiempo a visitar el museo de arte contemporáneo antes de ir de tapas con Charlyn y sus amigos. ¡La copa de vino costaba solo uno con treinta, y con abundantes tapas gratis! En su calle había un pequeño concierto, y nos quedamos un rato.
El viernes fui en tren a A Coruña, está a una media hora de Santiago. La ciudad también tiene sus lados bonitos, sobre todo alrededor de la Plaza de María Pita y el puerto. Me parece que las fachadas de galerías de ventanas son muy típicas, las encuentras por todos los lados en Galicia y también en Asturias. Me gustó mucho el recinto de la Torre de Hércules, un antiguo faro romano, al que también merece la pena subir.
El último día cogí el tren a Vigo, para luego subir al ferri de las Islas Cíes, que tienen, según alguna revista, ¡la mejor playa del mundo! Bueno, para mí no lo es, pero sí es hermosa. Tomé el sol en la playa blanca, me bañé en el agua turquesa. ¡¡Fríííaaa!! Después caminé al faro en la cumbre de la isla. Es muy bonito ver las gaviotas con sus crías anidando a unos metros del camino, y también las lagartijas que toman el sol en las piedras. Las islas forman parte de un parque natural, no hay papeleras y tienes que llevar toda tu basura contigo cuando te vas. Además los tickets son limitados a 2000 visitantes al día. Aun así la isla se ha convertido en un destino turístico, con todo lo que conlleva. Hay barcos cada hora, un camping y varios restaurantes. Al volver a Gijón una mujer me contó que cuando era niña aún no había ni muelle y era un verdadero paraíso natural.