Me llamo Aida y hace un mes que comencé mi aventura en Tallinn, capital de Estonia, y aunque parezca muy poquito tiempo ya me han pasado muchas cosas. La gente suele decir que los cambios nunca son fáciles, en mi caso, y hasta el momento, lo está siendo. Desde que puse un pie en la ciudad me he sentido muy bien acogida, tratada e incluso apreciada por toda la gente que está a mi alrededor.
La ciudad es como un cuento de hadas. A pesar de que vivo enfrente del centro (¡Soy una afortunada! Ningún estonio me cree cuando les digo dónde vivo) y lo cruzo todos los días, me quedo sin aliento constantemente. Paseando por sus callejuelitas pequeñas con aceras de piedra y llenas de mercadillos con cosas hechas a mano por ancianitas, te sientes como viajando al medievo. Como es mejor enseñar que describir aquí os dejo algunas fotos de la ciudad.
Sobre sus habitantes, no tengo mucho que contar ya que los estonios son difíciles de encontrar incluso en su capital. Son criaturas mitológicas muy altas y rubias que sonríen muy poco pero que, si consigues derretir un poco el hielo y que empiecen a hablar contigo, se muestran siempre muy amables y educados. Tienen obsesión por mantener un amplio espacio personal y me encanta observar las cosas que hacen en los autobuses para evitar tocar a la gente, como por ejemplo preferir ir de pie que sentarse al lado de alguien, posturas muy extrañas para no tocar a nadie, pelearse por sentarse en los asientos individuales... Otra cosa con la que son muy serios es con el tiempo. Para un estonio llegar a la hora es llegar tarde. Siempre (SIEMPRE) debes estar en el lugar unos minutos antes. Una de las cosas peores y más irrespetuosas que puedes hacer para un estonio, y por las que puedes incluso perder amistades, es llegar tarde a una cita programada. Puede parecer extremo, pero tiene su porqué. Consideran que el tiempo es una de las cosas más preciadas que las personas tenemos. Si quedas con alguien estás regalándole o cediéndole a esta persona una parte de tu vida que nunca más volverás a recuperar y, por lo tanto, si esa persona llega tarde estás malgastando o tirando a la basura minutos de ella. ¿No es una reflexión muy profunda? Time is the greatest gift!
¿Y qué hago yo aquí? Pues como todos los que escribimos en este blog soy voluntaria, en mi caso en un colegio de niños rusos muy majos y adorables (la mayor parte del tiempo). El centro está un poco alejado mi casa, a unos 25 minutos en bus, en un barrio llamado Õismäe, un sitio muy interesante y muy soviético habitado en su mayoría por personas rusohablantes. Visto desde sus calles puede parecer un barrio normal de cualquier ciudad del este, pero visto desde arriba la cosa cambia. Todo el barrio está construido de manera circular alrededor de un parque. La mayoría de los colegios están colocados en el primer círculo concéntrico que sale del parque y es bastante frecuente que en los recreos los lleven a pasear por él.
El colegio se llama MTÜ Montessori koolitusühing y sigue una metodología muy particular e interesante para enseñar a los niños. Los profesores se basan en la teoría de que los alumnos deben ser el centro de la clase, deben aprender a ser autónomos en su aprendizaje y dentro de ciertas normas, tener total libertad en su educación. Su filosofía puede sonar muy extravagante pero los resultados que he visto son espectaculares. Los alumnos están todos en la misma clase entre los 4 y los 6 años. Un aula amplia sin paredes dividida en secciones dedicadas a diferentes materias. En un área están todos los instrumentos necesarios para que los alumnos aprendan cosas de la vida diaria, como planchar, regar o coser; en otra una orientada al desarrollo de sus sentidos, otra matemática, otra lingüística y la última a ciencias (ya sean sociales o científicas). Cada alumno debe realizar en la semana actividades en cada una de las áreas del aula y al final de la semana repasan todo lo que han hecho. Además, los alumnos de este colegio van a clases de música y baile estonios y rusos, inglés y a estonio, ya que no es su lengua materna, que suelen ser los lunes y viernes. Tienen varios descansos a lo largo del día en el que los alumnos se cambian de ropa y salen al jardín en el que los profesores les animan a hacer jardinería, construcción con madera o a simplemente ser niños y escalar por árboles, jugar o pasear en bicicleta. Lógicamente, os preguntaréis que si los alumnos son tan independientes y autónomos como digo, que qué hago yo en el colegio. Pues bien, mi trabajo está orientado a que los alumnos mejoren su inglés y que adquieran competencias interculturales. Normalmente les ayudo con las cosas que están haciendo, siempre hablándoles en inglés y los viernes, mi tutora/jefa me anima a que presente España a través de diferentes actividades, ya sea presentaciones, clases de cocina, bailes y música... Los niños parecen estar disfrutándolo (y yo también). Trabajar aquí es una auténtica locura. Todos los días me pasan miles de cosas. Como no quiero ser la yaya de las anécdotas solo contaré dos que me sucedieron este mismo viernes. Hay un niño muy, muy trasto en el colegio que nunca quiere dormir la siesta obligatoria tras la comida e intenta hacer todo lo posible para librarse. Su estrategia (fallida) este día fue morderme el brazo y dejarme todos sus dientes marcados. Lo único que consiguió fue quedarse castigado un rato y terminar pidiéndome por favor ir a la cama. No había pasado ni media hora cuando otro vino a pedirme ayuda para quitarse el buzo de esquí (una prenda que aquí usan como ropa de día a día) porque quería ir al baño. El proceso es bastante lento porque debajo de esa ropa tienen miles de capas. Yo iba todo lo rápido que podía, pero el niño cada vez empezaba a gritarme más y más y a dar saltitos, con lo que hacía que todavía fuera más difícil quitárselo. A los dos segundos noté que mis calcetines (no podemos llevar zapatos) estaban mojados, miré hacia su pantalón y tooodo estaba empapado, así que no fui lo suficientemente rápida. Estos son solo dos pequeños ejemplos de los muchos que podría dar (como niños jugando con una navaja suiza en el recreo, niños robando un taladro, niños pegándose con palos...) pero creo que son suficientes e ilustrativos para comprender por qué todos los días al llegar a casa tengo que tumbarme unos minutos.
Bueno, y con esto termino ya mi entrada porque no quiero ser la pesada del blog. Las próximas publicaciones intentaré que sean más breves y mejores.
¡Un saludo a todos!
Esta es mi última entrada en el blog. Los nueve meses han pasado muy rápido y aunque ya estoy deseando volver a casa, estoy un poco triste de que ya se haya acabado.
He aprendido mucho en estos nueve meses y he adquirido mucha experiencia. Estoy muy contenta de haber decidido hacer este voluntariado...
¡Hola de Ola!
Los últimos días en España, festival de yoga, ecstatic dance y más...
Me cogí mucho tiempo libre la semana pasada, así que no pude escribir en el blog, pero pude pasar mucho tiempo con mi hermana...