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Coruña, ya tan cerca de Portugal - João Fernandes - SVE en España

Junto al extremo noroeste de España, donde la costa cantábrica termina y empieza la costa atlántica hacia el sur, allí se ubica la ciudad de La Coruña. Ese fue el destino del último viaje que había planificado para la duración de mi proyecto de SVE, que tan rápidamente llega a su término. Y se puede decir, de hecho, que dejé para el último viaje un lugar que me encantó y que superó las altas expectativas que tenía.

Es una ciudad con agua en todo su alrededor, ya que se construyó en una península a la salida de una bahía. La gente suele llamarla "la ciudad del vidrio" a causa de los balcones cerrados con grandes ventanas de vidrio, que nos dan la impresión de que la ciudad siempre está mirando hacia la calle. Y luego, en las calles del centro de La Coruña, nos damos cuenta de que eso pasa de verdad: la gente baja a los bares y a las cafeterías y termina su semana saliendo de tapas y aprovechando al máximo todos los minutos en los que no llueve. Las ciudades se hacen adaptándose a todas sus condiciones específicas, y esta es una ciudad de mar, húmeda, que vio y vivió mucho y cuya gente se hizo muy amena, agradable y disponible.

 

No tuve mucho tiempo para visitar La Coruña, pero a lo mejor fue debido a ese tiempo limitado, a esa prisa de aprovechar el tiempo que me quedaba y que no sobraba, que me hizo terminar el fin de semana con la sensación de que estuve en una ciudad que no se agotó, donde me gustaría haber quedado más tiempo. O vivir allí durante una temporada.

Nada más llegar a la ciudad, fui a la plaza central (Praza de María Pita) y entré en la oficina de turismo. Ya que la mujer que allí trabajaba estaba atendiendo a otros visitantes, me puse a mirar los folletos, dándome cuenta de que había muchas informaciones escritas en portugués. En muchos lugares de España se puede encontrar información en portugués, y más aún en Galicia, así que eso no me sorprendió. La sorpresa vino enseguida: cuando la mujer me preguntó de dónde era, y le contesté que de Portugal, empezó a hablarme en mi propia lengua. Al principio sospeché y presté atención a lo que me decía, porque me parecía muy natural que un gallego, teniendo que hablar con un portugués, eligiera el gallego en vez del castellano. Sin embargo, el idioma en el que hablaba no era el gallego, sino verdaderamente el portugués, ya que en el momento de decir una palabra que no se dice de la misma manera en las dos lenguas, la dijo en portugués. Creo que pocos españoles que lean este artículo van a entender la alegría que es ir a una oficina de turismo en otro país y que te hablen en tu lengua materna, porque mucha gente aprende español en todo el mundo para trabajar en estos lugares, así que os parecerá algo normal. Pero a un portugués siempre se atiende en una oficina de turismo, en España o en toda Europa, hablando inglés o español. En portugués nunca me había pasado en ningún lugar.

  

Si yo hubiera necesitado de una razón más para sentirme como en casa en una ciudad a la que había acabado de llegar, esa habría sido la razón. Y luego los paseos que di a la orilla del mar, la subida a la Torre de Hércules (único faro romano en funcionamiento en Europa), la visita al interesante Museo de Bellas Artes o a la Casa Museo de Pablo Picasso - esas cortas y simples experiencias, a lo largo de un fin de semana que se pasó tan rápido, me llenaran de fuerzas y de bienestar para enfrentarme a una nueva semana que traería con ella tantas novedades.

   

¿De qué novedades hablo? Hablo de la llegada de los nuevos voluntarios al CMX. Ellos llegaran el lunes, 1 de febrero, y después de su llegada nada volvió a ser como era. El inglés volvió a imponerse como lengua de trabajo, siempre tenemos planes para pasarlo bien todos los días, y a eso hay que añadir el hecho de que los días son demasiado pequeños para todo lo que queremos hacer y las horas de trabajo, concretamente, son pocas para todo lo que hay que hacer. El trabajo intenso, el estrés de volver a mi país en dos semanas, las ganas de enseñar y ayudar a los nuevos: todo está haciendo de estas semanas un período muy especial y que me está volviendo loco. De una buena manera y de una mala manera. Tengo que lidiar con sentimientos contradictorios y difíciles, y tengo que hacerlo a la vez que me siento cansadísimo porque el volumen de quehaceres es agotador. No quiero fallar, ahora que todo se está acercando a su fin, no quiero que la gente que aquí conocí se acuerde de mí como alguien estresado, impulsivo, nervioso, sin capacidad de autocontrol, porque la verdad es que yo no soy esa persona: pero con todo lo que está pasando a la vez en estos días y dentro de mi cabeza, a veces ya no sé cómo reaccionar y reacciono con los impulsos naturales que, en situaciones normales, yo podría fácilmente controlar.

 

Una de las miles de cosas que me están llenando la cabeza estos días es la certidumbre de lo mucho que aprendí mientras viví en Gijón. Ese aprendizaje es tan grande y tan completo que me da mucho miedo que no sepa cómo aplicarlo y continuarlo cuando vuelva a Portugal. Tengo miedo de que muchas de las cosas que aquí aprendí, o de que muchas de las cosas buenas que la gente de aquí me hizo conocer, no encuentren su manera de seguir cambiándome y enseñándome, ya que cuando vuelva a mi país muchas serán las cosas que me estarán llamando a lo que yo era antes, como si el retorno geográfico a Portugal fuera un retorno al tiempo que pasó antes de Junio.

Queda la esperanza de que yo esté pensando demasiado y de que nada vaya a ser tan complicado como ahora me parece. Pero hay vientos, traídos por el mar, que me siguen diciendo que las próximas dos semanas serán todavía más difíciles.       

De vuestro amigo,

João

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