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La ciudad de los soportales - João Fernandes - SVE en España

Es posiblemente la ciudad asturiana que más me gusta y se llama Avilés. Es una ciudad junto a la ría con su nombre, con un importante puerto desde hace muchos siglos, pero lo que hace que sea una ciudad encantadora es su casco histórico que, aunque es bastante pequeño, me deja muy satisfecho. La ciudad conserva sus tradicionales calles que parecen llevarnos de vuelta a la Edad Media, y tiene la dimensión perfecta para que uno sienta que aquí tiene todo sin que esté en una ciudad demasiado grande.

Avilés creció, en su primera fase, como puerto de la ciudad de Oviedo, capital de Asturias. Se trataba de un importantísimo puerto de sal y, por supuesto, de pesca. No podemos olvidar la importancia que la sal tenía otrora, cuando ese producto era utilizado para conservar los alimentos. Como siempre pasa con las ciudades portuarias, mucha riqueza se generó y algunas familias de Avilés fueron históricamente importantes para la región. Un nombre que merece la pena subrayar es el de Pedro Menéndez, que fundó la primera ciudad de los Estados Unidos: Saint Agustine, en Florida, en 1565. A pesar de que siempre fue una ciudad de pescadores, la burguesía de Avilés era muy influente y en inicios del siglo veinte se construyó el Teatro Palacio Valdés, bastante grande e impresionante teniendo en cuenta el tamaño de la ciudad.

  

Sin embargo, fue la industrialización de la región, y especialmente de la ciudad de Avilés y sus cercanías, lo que le dio su identidad actual. Avilés es, por encima de todo, una ciudad industrial, escenario de muchas luchas de la clase trabajadora. Es una ciudad que creció muchísimo por las fábricas que allí se crearon y aún podemos ver, en muchos casos, barrios obreros junto a las industrias, donde vivían o siguen viviendo los trabajadores con sus familias.

Aun así, el centro de la ciudad nunca perdió su encanto y sus pequeñas casas antiguas no fueron destruidas para ceder su lugar a construcciones modernas pero sin identidad histórica o coherencia arquitectónica. Acaso será muy difícil encontrar en otro lugar de Asturias calles enteras que se conservan exactamente como eran hace muchos siglos.

 

La construcción del Centro Niemeyer, hace pocos años, permitió que la ciudad reinventara su conexión con la ría de Avilés, tan cerca pero, a la vez, durante mucho tiempo, tan lejos de la población en general. Ahora la ciudad tiene largos paseos junto al agua y también un pequeño puerto deportivo. Pero tiene, sobre todo, ese valioso equipamiento cultural que es el Centro Niemeyer, del que ya he hablado aquí. Se trata de un edificio futurista, completamente blanco y con una inmensa plaza abierta hacia la ría. Es el perfecto espacio para eventos al aire libre y dentro hay increíbles condiciones para montar exposiciones o para conciertos. 

Pero el centro histórico es lo que más merece una visita o un paseo relajado. Allí encontramos muchas terrazas y bares muy interesantes y modernos donde uno puede sentarse y aprovechar el entorno, si hace buen tiempo. A nivel de museos o iglesias para visitar, no hay mucho: una visita rápida al Museo de la Historia Urbana de Avilés no es una pérdida de tiempo, bien como la Iglesia románica de los Padres Franciscanos, justo en frente. Las calles y su arquitectura son lo que más importa en Avilés: recorrer calles como Galiana, Rivero o de la Ferrería, o aun la Bances Candamo en el antiguo barrio de pescadores (Sabugo), es absolutamente obligatorio. Estas calles son magníficas por sus antiguas casas con soportales, que parece, a primera vista, una buenísima idea en una región donde llueve tanto. Sin embargo, la verdad es que el objetivo no era el de caminar bajo los soportales en días de lluvia, sino el de utilizar los soportales como tiendas.

  

Aconsejo también subir la calle Galiana hasta el final, donde hay una de las entradas para el Parque de Ferrera, ya que allí podemos ver algunas de las mejores casas de indianos de Avilés. Estas son casas construidas por quienes se fueron a Cuba u otros lugares de América cuando la ciudad no ofrecía muchas oportunidades y que volvieron de allí ricos. Casas de indianos son comunes en toda Asturias y muy interesantes debido a las influencias exóticas que son evidentes, como por ejemplo las grandes palmeras en sus jardines.

Por fin, el Parque de Ferrera es también una parada inevitable: el principal espacio verde de la ciudad es un parque muy agradable, donde no sentimos ninguna presencia de los elementos desagradables de las ciudades, y está lleno de patos alrededor del lago. Si tenemos buena suerte con el tiempo, este parque es un paraíso en el centro urbano de Avilés.

 

Esta es Avilés. Esta es una ciudad a donde siempre me gusta mucho volver para caminar un poco y relajarme. Y lo mejor es que Avilés se encuentra a treinta minutos de Gijón y los autobuses son baratos y frecuentes. ¡Es como una invitación a volver allí!

De vuestro amigo,

João

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