Fieles lectores, una vez más seguimos aquí, retransmitiendo para ustedes en directo desde el Polo Norte. O eso me gusta decir a mí. Aunque más que el Polo Norte esto parece el Caribe (suponiendo que allí las temperaturas bajasen de los 10 º grados).
Y es que, no se sabe muy bien por qué, esta época está siendo más cálida que nunca.
"Prepárate cuando llegue el invierno"- me
decía todo el mundo. "El más frío en 100
años, no va a subir de -25º C" ¡Já!
A principios de diciembre cayó la primera nevada (que normalmente no espera a noviembre) y en ese momento sí que me pude quejar a gusto (que ya que viene una a un país báltico, qué menos que protestar por el clima). Llamé a casa diciendo que me llegaba la nieve por las rodillas; me creía una superheroína, caminando por la calle a -7º C sin despeinarme. Empezaban a decorar las calles con luces y árboles, y Riga, que siempre me ha parecido una ciudad de cuento, me hacía sentir como si estuviese en el mundo de la Navidad.
Conocí a
un Papá Noel que bailaba al ritmo de villancicos letones mientras los locales
bebían vino caliente y comían galletas de jengibre. Los rusos (más del 26% de
la población letona es de origen ruso) hacían gala de sus típicos sombreros de
pelo y el trineo parecía ser el medio de transporte de moda. Pero la alegría
duró poco. En una semana los termómetros volvían al área positiva y la nieve
decía "adiós muy buenas" y con ella
mis esperanzas de construir un muñeco de nieve y de patinar sobre un río helado
(o algo así exótico y molón).
Fundida la nieve se acabó el misterio, así que tuvimos que replantearnos lo de volver a trabajar (es broma). El 3 de diciembre es el Día Internacional de las Personas con Discapacidad y aquí en la organización, entre voluntarios y trabajadores, siempre se prepara algo especial. Este año era nuestro turno (el mío y el de otro voluntario español, Rubén, un chico bastante hipster pero majo) y se nos ocurrió (vale, fue idea de Rubén) hacer un concierto en un bar que fuese accesible, para que gente con y sin discapacidad estuviese junta compartiendo unas bebidas y disfrutando de un concierto sin diferencias, como debiera ser.
Nos resultó extremadamente
difícil encontrar un local accesible, ni os imagináis. Parece mentira, pero así
fue. El que no tenía escaleras tenía un baño demasiado pequeño para una persona
en silla de ruedas. Fue un verdadero reto, pero al final dimos con el KKC, un
centro cultural muy de moda, pero incluso allí tuvimos que hacer algunos
retoques para que cosas básicas, como poder usar el aseo o marcharte cuando te
dé la gana sin ayuda fuesen posibles. En Letonia la accesibilidad es una tarea
pendiente y siempre que me encuentro alguno de esos handicaps en esta ciudad,
pienso en la mía y en España. ¿Qué pasa con nosotros? ¿Dónde
están los adolescentes en silla de ruedas que quieren salir a divertirse? Parece
que no existen, o que se esconden (o les hacemos esconderse) ¿Qué pasa con esos
bordillos en los pasos de peatones, o esos coches aparcados sobre la acera que
no dejan espacio suficiente para pasar? O con esos botones de ascensor
demasiado altos, o cajeros automáticos para alemanes de 1,80 m. He tenido que
venir a la otra punta de Europa para darme cuenta de esos detalles, de las mil
escaleras del metro de Madrid de las que me quejo para subir, o de las
empinadísimas calles de Oviedo por las que me cuesta hasta caminar. Aquí han
hecho un estudio y el 75% de la gente utiliza la rampa en lugar de las
escaleras cuando hay ambas. Y entonces ¿por qué seguimos construyendo escaleras
como si nos fuera la vida en ello? ¿Por qué alguien en silla de ruedas tiene
que planear una semana antes que le apetece salir a tomar algo porque tenemos
que buscar un sitio en el que pueda entrar y salir sin que nadie tenga que
"remolcarle"? Sinceramente, no me gustaría verme en la situación de que nadie
tuviese que llevarme en cuello para tomar una coca cola en un bar, o tener que
aguantarme las ganas de ir al baño porque simplemente no entro con mi silla ¿a
ti sí?
El concierto salió a las mil maravillas (por cierto, actuaba un grupo que español que trajimos desde Valencia, "Spheniscidae").
Además de eso, tuvimos la visita de un artista del MoMA de Nueva York, Gordon Sasaki, un amago de exhibición de fotos, una fiesta de Navidad al estilo hispano-letón con hoguera incluida, me cambié la raya del pelo y algo más, pero eso lo dejamos para la próxima entrega. Desde la capital que rima con "barriga" (por muy oída que esté ya la broma), saludos y daudz, daudz buchas.