Mi
aventura comenzó de repente, sin esperarlo, un día a finales de Julio en que recibí
una llamada desde Lublin, Polonia, a donde había enviado mi CV con el propósito
de abandonar España durante un tiempo.
Al principio la idea de abandonar la calidez de nuestro país me produjo cierto rechazo, desidia, pero tras meditar durante unas horas, me decidí a decir que sí. Y un mes después caminaba maleta en mano dirección a la fría Polonia.
Conocí a mis compañeros
de trabajo y de hogar antes de llegar al destino a través de las redes y pude hacerme una idea
de quién me esperaba. El 3 de septiembre me uní a ellos, quienes me esperaban
ansiosos, y comenzó la aventura.
De la noche a la mañana me vi involucrada en un proyecto que no tenía relación alguna con aquello en que me había formado académicamente ni experimentado profesionalmente. No obstante, con el paso de los días me fui dando cuenta de la enriquecedora experiencia que esta estancia de un año me aportaría en un amplio abanico de sentidos. Profesional, lingüística, cultural, personalmente... Experiencia enriquecedora lingüísticamente, ya que me encuentro practicando tres idiomas en el trabajo, hablando un cuarto en la calle con amigos extranjeros y tratando de aprender un quinto que, aunque muestra resistencia (el duro polaco), confío en abrazar en unos mesesJ. Así pues, por las mañanas, en "Initiative Fund" Foundation nos dedicamos a la gestión de proyectos relacionados con el ámbito de los derechos humanos y también con la formación educativa de personas adultas. Con lo cual, los amplios conocimientos informáticos y lingüísticos que estoy adquiriendo son ya un punto importante a recalcar, sin mencionar la seguridad que una adquiere al abrirse al mundo mediante charlas, conferencias y diversas interacciones sociales y culturales que no solo abren la mente, sino que crean vínculos tan valiosos como la necesidad de respirar día a día. Este es mi trabajo en la oficina, ya que nuestro proyecto está coordinado por dos organizaciones que se retroalimentan. Digamos una más seria, donde trabajamos mi compañero David y yo, y otra que se dedica a la organización y dirección de actividades lúdicas e interactivas, donde trabajan mis otros dos compañeros, cumpliendo el papel de animadores socioculturales. Con ellos, varias tardes a la semana, cooperamos trabajando con niños polacos que pertenecen a familias con menor poder adquisitivo, y no puedo describir la satisfacción que produce el mirarles a la cara y recibir una enorme sonrisa a cambio, por estar con ellos, por dedicarles nuestro tiempo y cariño. Llegar cada día y ser recibida con un abrazo, personalmente, no tiene precio. E intentando (y consiguiendo) hacerles disfrutar a ellos es como más disfruto yo.
Por
otro lado, uno de mis compañeros y yo vamos ciertos días del mes a dar clases
de español en un instituto de Educación Secundaria. Alumnos adolescentes
polacos que están estudiando español, a los que mediante una pedagogía dinámica
y activa, motivamos a perder el miedo a hablar nuestra lengua. Y aunque su
nivel no es excesivamente elevado, da gusto verlos regocijarse en la compañía
de foráneos como nosotros.
Además de todo el equipo de compañeros que tenemos en ambas fundaciones, durante estos tres meses hemos tenido la oportunidad de conocer un enorme número de personas que nos han aportado todo tipo de conocimientos y experiencias. Por encima de todo, la más enriquecedora es mantener el contacto con personas locales, que pese a la frialdad que siempre hemos creído que les caracterizaban, quizás por su clima frio, se han mostrado en todo momento como personas abiertas y cercanas, y por mi parte debo decir que he tenido siempre ayuda cuando la he necesitado, ya sea de un modo o de otro. Con lo cual, nos han abierto las puertas a su cultura, tradiciones, y a su lengua. Siempre teniendo en cuenta el gran reto que para nosotros supone familiarizarnos con la lengua polaca, probablemente una de las lenguas más complicadas del este europeo, con sus simpáticas siete declinaciones, todo un reto que estamos motivados a alcanzarJ.
Y como
no, el aporte personal, que no tiene precio. Sentir la libertad de movernos,
viajar, debido a la excelente situación de este país y sus económicos precios,
conocer más y más gente diferente, y ampliar perspectivas e inquietudes, en
definitiva, darnos cuenta de cuán grande es este mundo e intensificar ese
impulso de querer conocer y saber.
Sin más, con grandes expectativas para los meses venideros y el final de mi experiencia EVS, me despido abriéndoos las puertas de Lublin, donde quedáis invitados para conocer bellos y entretenidos lugares.