L. PALACIOS Ser voluntario es "una actitud", que no tiene edad ni condición. Basta con tener corazón para implicarse, tiempo para los demás, una lupa para observar la realidad, una cuerda para atar lazos, una vela para contar con la llama de la ilusión y algunos libros para alimentar la formación.
Con todos estos elementos, y en un emotivo acto, seis voluntarios gijoneses escenificaron ayer en el Antiguo Instituto las "armas" de quienes deciden dar un giro en sus vidas para hacer un poco mejor las de los demás. Fue para celebrar el Día Internacional del Voluntariado en Gijón, y para de paso reconocer la labor de las numerosas asociaciones que desempeñan su labor en la ciudad. Un trabajo no remunerado, pocas veces reconocido y que "resulta fundamental".
En el acto de ayer se recordó la necesidad de "implicarse, observar, escuchar, dedicar tiempo a las cosas, formarse y no perder nunca la llama que tenemos dentro y nos mueve a hacer cosas", siguiendo el ejemplo de los seis voluntarios "modelo" que pusieron el rostro más solidario a la fiesta.
A su paso por el escenario les siguió la escenificación de dos cuentos a cargo de Paco Abril, centrados ambos en la eliminación de la diferencia y la colaboración. Porque varios animales de madera consiguieron alcanzar la luna, subidos unos encima de otros, compartiendo el sabor del triunfo y no dejándose amilanar por las dificultades. Y porque tres gallinas que competían en belleza y lucharon por poner el huevo más hermoso, acabaron descubriendo que "cada uno, en su estilo, es el mejor".
Los niños del Colegio La Asunción quisieron sumarse al festejo, subiéndose al escenario para cantar un villancico con varios mensajes solidarios.
El broche de oro lo puso la entrega de un galardón al Comité Ciudadano Antisida de Asturias, por su entrega y dilatada labor en favor de las personas afectadas por el virus del sida. Una tarea de corazón, y con premio.