Arenas

El encuentro ‘Arenas movedizas' llega, en las cocinas de la Laboral, a su décima edición consolidado como una de las citas más atractivas del calendario artístico asturiano

Seguro que a Cristina de Silva y Nacho de la Vega (por separado y también como colectivo, Fiumfoto) les agrada la paradoja: un encuentro de arte llamado Arenas movedizas que se ha estabilizado como una de las citas más sólidas y coherentes del calendario artístico asturiano. Y sin renunciar a todo lo que encierra su nombre: la exploración, la vocación abierta y nómada. Algo que quedará claro otra vez mañana, con la apertura en la Universidad Laboral de la edición en que el encuentro cumple diez redondos años.

El "circuito de propuestas artísticas para espacios no convencionales" repite este la no-convencionalidad de las cocinas de la Laboral, después de haber ocupado otras dependencias del inagotable edificio. El año pasado quedaron en ellas rincones sugerentes por invadir, de manera que los diez artistas convocados para 2011 no han dejado uno solo por destripar, intervenir, subvertir o colonizar, siempre pegados a la arquitectura y los objetos que perviven en el lugar.

Manu Griñón se ha peleado con resbaladizos azulejos para imponerles un fresco lleno de humor y acidez (cítrica) sobre el modo en que la sociedad exprime toda identidad: Naranja, qué vas a ser de mayor.

Humor hay también en Just married, instalación narrativa en la que Carmen y Patricia Vázquez ironizan, con ayuda del menaje ya arqueológico de la Laboral, sobre errores y cambios de vida que nunca lo son del todo.

Pablo Armesto ha usado también el azulejo como módulo para transformar un almacén en un mundo alternativo de píxeles, cerámica rota y luz, y Eduardo Guerra se ha colado en tres frigoríficos para compartir, a través de la instalación y el vídeo, una reflexión sobre su condición de fotógrafo de paisajes; del mismo modo que María Castellanos sugiere una reflexión sobre nuestras limitaciones perceptuales con una intervención en la que la luz ultravioleta desvela entre los viejos trastos de la cocina aquello que aparentemente no está.

En los espacios abiertos mandan Lucía Rivero, con un sueño de bolsas y metabolsas hinchado con el aire de un secador (y su fascinante sentido de lo poético), o Sr. X, que ha pintado casi matemáticamente sobre el complejo espacio de las cocinas para mostrar -de nuevo- cómo sólo el ojo que se mueve llega a ver lo que antes no veía. Roller e hijo, por su parte, despliegan sus complicidades paterno-filiales en torno a la ciencia ficción más pulp, y Javier Soto inocula en un rincón una instalación de trastos y neón "totalmente autorreferencial y egoísta" como todo lo suyo; y tan intensa como todo lo suyo.

Aunque seguramente la pieza del décimo aniversario, de puro festiva y oportuna, sea la logia de muñecos convocada por el francés Jean Jullien: una granguiñolesca materialización de las pesadillas político-financiero-conspirativas (cada vez más fundadas) que nos atenazan.