Ya se van los «Erasmus», ya se van marchando

Lo que significa para 70.000 jóvenes españoles salir a estudiar a otros países
FERNANDO GRANDA Ya se van los «Erasmus» (como los pastores), ya se van marchando. Al comenzar septiembre los estudiantes que han conseguido una beca «Erasmus» salen hacia sus destinos europeos. Para unos es una aventura novedosa, se van por primera vez de casa por una temporada. Para otros es casi un divertimento, unas semivacaciones medianamente pagadas.

A pesar de que la prolongada crisis que nos afecta ha recortado unas cuantas ayudas colaterales que aportaban al presupuesto un dinero complementario muy necesario para la mayoría, los estudiantes, más de 70.000 españoles, viajan estos días a unas 2.200 universidades de 31 estados del continente. Las que más reciben son las francesas e italianas, pero las españolas las siguen de cerca, mientras un centenar de chavales/as que hablan el idioma de Cervantes acuden, por ejemplo, a una ciudad casi desconocida para los españoles, Groningen (Holanda), con un idioma endiablado para los nuestros.

Requisito básico para estos becarios era conocer el idioma del país al que iban a estudiar. Pero el hecho de que muchos estudiantes tuviesen que descartar numerosos países por desconocer su lengua, en casos muy minoritaria, ha significado que estas enseñanzas se vayan impartiendo en centros universitarios específicos, utilizando idiomas mayoritarios en Europa. Léase universidades de Hungría, Noruega, la República Checa o Eslovaquia, por ejemplo.

La evolución de estas ayudas ha hecho que se otorguen ya a estudiantes con un conocimiento precario de la lengua del país de destino con el fin de que el intercambio lleve a una mayor integración de las gentes de los tan diversos estados. En universidades de los Países Bajos, con lenguas como el holandés o el flamenco, la enseñanza se imparte en inglés o en alemán, idiomas que sus habitantes estudian desde los primeros niveles para poder comunicarse con sus vecinos sajones, con idiomas de una estructura parecida y que además son mayoritarios en el mundo. Situación similar que se emplea también en Suecia, Eslovenia o Croacia, por ejemplo.

Dentro del ámbito de las cosas que unen están la moneda (el euro) o los sistemas de enseñanza («plan Bolonia»), entre otras, pero los «Erasmus» han de tener en cuenta también las que diferencian. El clima o las costumbres son algunas de ellas, lo que incluye gastronomía, diversiones, medios de transporte y muchos otros campos. Ropa de abrigo o liviana, días largos o noches prolongadas, platos contundentes o frugales, bebidas autóctonas más o menos atractivas, bicicleta o transporte subterráneo, influencia en la vida cotidiana de alguna religión dominante?

Todo ello influye en el carácter de la persona, el tipo de estudios, las peculiaridades de la Universidad y, sobre todo, en las intenciones del estudiante: dedicarse a «conocer» el país, el paisaje y el paisanaje; esforzarse por aprender materias que no se imparten en su ámbito académico o procurar relajar la pesada carga de su carrera exigente. La variedad va por gustos. Y a todos les va estupendamente.