La imagen recurrente cuando se plantea este debate es la de la ley seca estadounidense, la prohibición de vender alcohol que estuvo en vigor entre 1920 y 1933, y que tuvo como consecuencia un auge del crimen organizado. González también aludió a este fenómeno, e invitó a "volver la vista atrás y pensar en la criminalidad organizada en Estados Unidos, con miles de muertos, y que dependía de la ilegalización del alcohol". Aquello acabó cuando se puso fin a "la prohibición, y el negocio, con los impuestos que fuera, se hizo legal".
Como indica González, la respuesta debía ser mundial. Naciones Unidas calcula que en el mundo hay más de 200 millones de consumidores de drogas, lo que implica un negocio de más de 270.000 millones de euros. Y la lucha no da frutos. Como mucho, la UNODC (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito) reconoce en sus informes que hay una estabilización. También el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT) admite estos problemas, y en su último informe destaca que "en la mayoría de los países, rara vez se dictan condenas de prisión por consumo o posesión de droga".
Porque este sería el primer paso: despenalizar la posesión y el consumo. Por ahí empezó la propuesta más llamativa hecha al respecto, y a la que Felipe González se estaba adhiriendo: la de los ex presidentes de Brasil, Fernando Henrique Cardoso; México, Ernesto Zedillo, y Colombia, César Gaviria, que pidieron en febrero del año pasado en Río de Janeiro la despenalización de la posesión de marihuana para uso personal. Y, aún más allá, abogaron por un "cambio de estrategia" en la lucha contra las drogas. Todo lo que se ha hecho hasta ahora para combatir la droga ha sido "ineficaz y negativo", dijeron, con gran número de muertos y de dinero gastado sin que nada haya cambiado.
Aparte de la facilidad con que se hacen afirmaciones cuando se es un ex -ninguno de los mencionados se atrevió a nada parecido cuando estaba en el poder-, hay algo en lo que coinciden con los máximos organismos internacionales: que hace falta un cambio.
En el último informe de Naciones Unidas, el director ejecutivo de UNODC, Antonio Maria Costa, lo resume así: "En primer lugar, los encargados de hacer cumplir la ley deberían centrarse en los traficantes, y no en los consumidores de drogas". En cambio, la ONU es firme en mantener la ilegalización del comercio de las sustancias. "El argumento a favor de legalizar y gravar no es ético ni económico. Propone un impuesto perverso, generación tras generación, a los grupos marginados (perdidos a causa de la adicción) para estimular la recuperación económica", señala Costa.
La delegada del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Carmen Moya, apunta en la misma dirección. "En todas estas declaraciones subyace un movimiento para un cambio en la lucha contra las drogas. Hace 12 años se planteó que el objetivo era una sociedad libre de droga, se invirtió un montón de dinero, y el tema no se ha resuelto". Y, en concreto, enmarca las propuestas de los ex presidentes latinoamericanos en que son países que han pasado de ser productores de droga a ser también consumidores.
Y es ahí donde Moya ve el papel de la descriminalización del consumo y la posesión, como tienen España, Portugal e Italia. "Al no perseguir al usuario se pueden hacer políticas de prevención y de salud pública entendidas de una manera integral". En cambio, liberalizar el comercio sería "utópico". "Haría falta que lo adoptara todo el mundo y con medidas de control muy poderosas", opina. Y no cree que vaya a llegar. "¡Si a nosotros nos critican por nuestras medidas!", comenta.
Otro de los aspectos que destaca Moya es la conveniencia de que haya una política europea de drogas. Por eso no es extraño que coincida con Brendan Hughes, analista legal del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT), con sede en Lisboa. "Lo que dice la ONU es, básicamente, que debe haber un control de las drogas para proteger la salud, pero últimamente se ha actuado más en reforzar las leyes". En este sentido, se pueden encuadrar las políticas de "descriminalización -que no de legalización- del consumo de drogas". Para este experto la diferencia es clave: "Al descriminalizarlo, el consumo no es un delito penal, y no se va a la cárcel", pero eso no quiere decir que sea legal. Por ejemplo, en España se ponen multas, aunque "por lo que hemos visto, hay poca evidencia de que cambiando su importe se cambie la tasa de consumo".
Pero Hughes va más allá, y se presta a elucubrar sobre cuál sería la consecuencia de una liberalización mayor. "Los efectos de una legalización no se saben". "Todo lo que se dice es teórico, porque no hay casos", afirma. "Quizá la excepción sea la de Holanda, donde hay una legalización de facto del cannabis para su venta en establecimientos autorizados. Es el único caso conocido, y lo que se vio fue que, desde que empezó en 1976, hubo un aumento del consumo, pero también lo hubo en los países de alrededor. Bélgica, Alemania y Francia, por poner tres países vecinos que castigan la venta de cannabis, tienen tasas de consumo entre adultos más altas". Claro que Hughes no se atreve a considerar que este dato cierre el debate: "Esa es una primera observación, pero no es una prueba científica", matiza.
Y si en el asunto del consumo hay dudas y discrepancias entre los países, otra cosa es legalizar el comercio. "De hecho la regulación de la ONU al respecto -que lo prohíbe- es de las que más adhesiones tiene. Y es muy difícil que 200 países cambien de opinión, suponiendo que hubiera la voluntad política de intentarlo". Algo que Hughes duda que ocurra, por el peso de la opinión pública. "Nunca hemos visto una encuesta nacional en la que una mayoría de la población apoye la legalización. Siempre son una minoría. Ni siquiera está claro si la población distinguiría entre legalizar y descriminalizar porque la gente lo ve como una cuestión de todo o nada: o todo prohibido, o todo legal".
En este debate, quizá el problema sea que, como señala Hughes, no hay evidencias sobre las que trabajar. Y así todas las opiniones valen y se pueden defender. Tan así es que la misma idea y la contraria pueden ser defendidas por la misma persona. Porque no es lo mismo hablar desde una posición en que solo se teoriza -como la de los ex presidentes- que hacerlo cuando hay posibilidad de cambiar la legislación. Las hemerotecas ofrecen ejemplos de esto, como el del portavoz parlamentario socialista, José Antonio Alonso. Ayer, rechazó que sea una buena idea legalizar el consumo de droga para acabar con la violencia que conlleva el mercado ilegal de estupefacientes, puesto que la experiencia ha demostrado que ni se mejora la salud ni se acaba con las mafias. "Las propuestas para la legalización no tienen eficacia", ha sentenciado.
En este entorno lleno de incertidumbres destaca el mensaje claro de Domingo Comas, presidente del Grupo Interdisciplinar sobre Drogas de la Fundación Atenea. Comas ve "inevitable" que se acabe despenalizando el comercio con estupefacientes. "Estamos en ese proceso ya", dice. Ni siquiera cree que se vaya a tardar demasiado. "El consumo terapéutico de la heroína es otro paso en ese sentido. Luego vendrá el recreativo de la cocaína", dice. "Cuando la sociedad lo acepte, alguien tendrá que decir que hay que regularizar la prohibición y distribución", opina. Entonces entrarán grandes empresas en el negocio. Y lo que Comas admite es que no sabe si sería "un momento mejor o peor que el actual".
Porque, entre los flecos de esta historia, falta uno: el efecto de una hipotética liberalización, sobre todo en los más jóvenes. El psicólogo educativo Jesús Ramírez también matiza: "Está claro que lo prohibido es más llamativo, pero si el consumo es libre la droga estará más a mano de los menores. Muchos lo probarán Otra cosa es los que se enganchen". Que es de lo que, en el fondo, trata este debate.
Ensayos de liberalización
- Cannabis. California admite su uso terapéutico, y basta la carta de un médico (muchos se anuncian con ese reclamo) para adquirir marihuana legalmente y tratar una larga lista de males, del cáncer al insomnio o el asma. En otros países, España incluida, se usan los principios activos de la marihuana (los tetrahidrocannabinoles) para tratar dolores crónicos, efectos de la quimioterapia o anemia. Estudios canadienses han demostrado que también funciona el uso de porros (pero causa los daños de fumar). Solo los Países Bajos toleran la venta para uso recreativo.
- Heroína. La consumen 1,5 millones de europeos. Holanda, Suiza y España (en Granada) tienen programas
de dispensación controlada en centros sanitarios para personas que no han tenido éxito con la metadona.
En los últimos tiempos son cada vez más frecuentes las declaraciones de políticos y personas de cierta relevancia sobre la legalización de las drogas. Tras cada una de ellas, recibimos numerosas llamadas de los medios de comunicación para pronunciarnos sobre las mismas. Nosotros trabajamos con personas que tienen un consumo problemático de drogas, somos entidades que acompañamos y apoyamos a las personas en su itinerario terapéutico, y hacemos prevención sobre los riesgos del consumo de drogas, sean legales o ilegales. También desarrollamos programas de reducción de daños. Por eso, queremos señalar:
Las cárceles españolas están llenas de personas que han cometido pequeños delitos para satisfacer su adicción, y creemos que la cárcel no es lugar adecuado para ellas. Estamos, por tanto, a favor de la despenalización.
Cualquier mercado negro es negativo, ya que está desregulado, y favorece los fraudes y los engaños. En este sentido, creemos que la existencia de un mercado negro de drogas incrementa los riesgos, los daños para la salud y el sufrimiento social. Estamos, por tanto, a favor de regularizar el mercado, porque creemos que ello contribuirá a reducir el riesgo, el sufrimiento y el número de muertos.
A estas alturas parece evidente que el modelo represivo, eso que algunos llaman guerra contra las drogas, parece agotado, y que en muchos lugares está produciendo más muertes y sufrimiento que el propio consumo de las sustancias psicoactivas.
Desde UNAD, que agrupa a buena parte del movimiento asociativo que trabaja en el ámbito de las drogas, apoyamos el debate público e internacional sobre la estrategia a seguir en el tema del consumo de drogas, y pedimos que las medidas se tomen por consenso basadas en evidencias científicas, no en cuestiones morales, ideológicas o religiosas. También señalamos que las medidas a tomar lo sean con carácter global, porque en este tema no caben soluciones de carácter nacional o regional. Por eso consideramos que la ONU es el lugar adecuado para este debate.
Luciano Poyato es presidente de la Unión Española de Asociaciones y Entidades de Atención al Drogodependiente (UNAD).
No hay duda de que la liberalización de la producción y oferta de drogas reduciría sensiblemente los conflictos relacionados con el narcotráfico, al menos sus consecuencias más graves y dramáticas; tampoco de que extendería notablemente los consumos de drogas y los problemas derivados de ellos ya que, en estos momentos, la fantasía de unos usuarios maduros y responsables que controlan, a su placer y beneficio, los usos de drogas es una pura ingenuidad.
Parece obvio que, por ese camino, los problemas -de salud y otros- aumentarían (no hay más que ver lo que pasa con el alcohol), lo cual no quiere decir que la situación actual sea la ideal. En relación con las drogas, las soluciones no son ni pueden ser fáciles. En esa dinámica compleja de amenazas alternativas se trata de avanzar hacia el mal menor y, sobre todo, hacia fórmulas que minimicen los daños que, como siempre en la vida, inevitablemente hay que asumir.
Habría que tratar de moderar la demanda, convertirla en algo más crítico. Tratar de capacitar y dotar de recursos personales -a través de estrategias educativas- a los más jóvenes para crear personalidades más preparadas y solventes que puedan hacer frente al fenómeno de los consumos de drogas con la mayor libertad y menor vulnerabilidad posible. Convertir la apelación, siempre reiterada, a la educación en una realidad no solo necesaria sino también factible y no solo en una proclama vacía y exculpatoria.
Lo que no parece sostenible es un modelo, el actual, no solo ineficiente sino también perverso. Habría que buscar fórmulas de control menos exasperado, más racional, con menos costes de sufrimiento. Paso a paso, matizando, reflexionando, tratando de buscar consensos, pero avanzando en el convencimiento de que las dos estrategias (control de la demanda y de la oferta) se beneficiarían mutuamente. Renunciando a las posturas apriorísticas, prejuiciosas, y buscando fórmulas más compatibles con las sociedades a las que aspiramos: más seguras pero también más libres.
José Ignacio Calderón Balanzategui es director general de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD).