Cobra fuerza la idea de que la relación entre el desempleo y la falta de formación es causal. No es cierto Los desempleados menores de 25 años no son una ‘generación perdida' en la sociedad española
Julio César Herrero

Sé que existo si me nombras tú". Es el inicio de una canción de Ana Belén y la constatación de una realidad incuestionable. Las cosas son cuando se nombran. Por esa razón es conveniente ser cuidadoso con el uso del lenguaje. Hace unos días, el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, aseguraba que la crisis que está atravesando Europa es la peor de todas. Aunque no citó a España, se refirió al desempleo juvenil en nuestro país, que sobrepasa el 40%. Advirtió de que, si no se toman las medidas necesarias, el coste será tremendo porque "estamos hablando de una generación perdida".

Por la forma de expresarse y por el tiempo verbal empleado se deduce que la generación perdida es un hecho. Es decir, ya existe y lo conveniente es adoptar medidas para paliar las consecuencias sociales y económicas que esa elevada tasa de paro puede generar. Si hubiera empleado el futuro o el condicional, el asunto habría cambiado. Estaría alertando en ese caso del surgimiento de una realidad terrible si no se reacciona a tiempo. Pero no lo hizo. La generación de la que habla ya está perdida, independientemente de que se desarrollen políticas más acertadas que ayuden a subsanar la situación crítica que sufrimos.

La afirmación es tan desproporcionada como injusta. Mantener que los jóvenes menores de 25 años no sirven de nada, al menos desde una perspectiva económica, es miserable. Es el mensaje más desesperanzador que se puede lanzar a quienes están intentando mirar al futuro con ilusión, a pesar de que en el paisaje que han dibujado quienes dirigen el país predominen los tonos oscuros. El director gerente del FMI se ha cargado de un plumazo a 700.000 jóvenes de entre 16 y 25 años. Para él no existen. El problema es que la desafortunada expresión es tan contundente que empieza a instalarse como un hecho probado en foros, tertulias y debates, con el riesgo probable de que acabe por definir una realidad que no es tal. Por esa razón, es además injusta. Según el profesor José García Montalvo, esta situación no es nueva. Cuando la economía española sufre un parón, el desempleo se resiente fundamentalmente entre los menores de 25 años. Así ocurrió en los años 1984-85, cuando se alcanzó una tasa del 45% como consecuencia de la crisis de principios de los 80, o en el periodo comprendido entre 1994 y 1996, por la crisis de comienzos de los 90. La diferencia estriba en que nadie quitó del mapa con semejante definición a quienes entonces teníamos 22 ó 23 años. Afortunadamente.

Cobra fuerza en la opinión pública la idea de que la relación entre el desempleo y la falta de formación es causal. No es cierto. Las mayores tasas de desempleo se concentran entre quienes no han completado la enseñanza secundaria y los universitarios. Es cierto que, cuanto mayor es la formación, más probabilidades hay de encontrar un empleo. Pero en España, por razones estructurales (que poco tienen que ver, por tanto, con una crisis coyuntural), no es una regla infalible. El mercado laboral actual no puede soportar el elevado número de universitarios que tiene nuestro país. Por esa razón, muchos se ven obligados a desempeñar trabajos para los que no se exige una titulación superior o, en el mejor de los casos, para los que es suficiente un menor nivel formativo.

En el año 1991, en plena crisis, a quienes teníamos 18 años y cursábamos COU se nos decía que si eras buen estudiante debías ir a la universidad y que, si no dabas un palo al agua o ibas demasiado justo lo propio era cursar un módulo de Formación Profesional. Tener un buen expediente y no cursar una carrera era incomprensible. Casi 20 años después las cosas siguen igual. No aprendemos. El número de universidades crece de forma desmesurada, tanto públicas como privadas.

Ahora bien, si se deja las llaves en casa, intente encontrar un cerrajero y, si lo consigue, siéntese antes de que le diga lo que le va a cobrar por pasar una tarjeta de crédito para abrir la puerta. Por muy contundente y periodísticamente atractiva que resulte la expresión, la única ‘generación perdida' que ha dado la historia es la formada, entre otros, por Hemmingway, Scott-Fitzgerald, Steinbeck, Faulkner, Gertrude Stein y Dos Passos. Aunque le pese al director del Fondo Monetario Internacional.

D+ *DECANO DE LA FACULTAD DE COMUNICACIÓN DE LA UNIVERSIDAD CAMILO JOSÉ CELA