Raíces asturianas en la cárcel de Castro

Pedro Argüelles Morán, el periodista de ancestros asturianos que lleva siete años encarcelado.

Pedro Argüelles Morán, periodista con ancestros en el Principado, lleva siete años en las mazmorras cubanas, padece enfisema pulmonar y está casi ciego

La muerte del opositor castrista Orlando Zapata el 23 de febrero, tras 85 días de huelga de hambre, ha elevado la tensión política en Cuba y ha redescubierto al mundo que en la isla a alguien pueden caerle veinte años de cárcel «por intentar derrotar al Estado socialista». Fue lo que le ocurrió al periodista Pedro Argüelles Morán (Majagua, Ciego de Ávila, 1948), mestizo descendiente de asturianos, detenido en la «primavera negra» el 18 de marzo de 2003, la fecha que recuerdan cada día las Damas de Blanco, entre ellas, su esposa, Yolanda Vera.

El día que murió Zapata Argüelles cumplía 61 años. Lleva siete entre rejas, padece artritis, enfisema pulmonar y está casi ciego. Ha tenido fuerzas para escribir una carta a Obama en la que le pide que en su calidad de Nobel de la Paz no olvide a los prisioneros de conciencia y políticos «que se pudren en vida acusados por sus ideas y principios democráticos». Argüelles dice en la misiva que está encarcelado «por ser un comunicador social a favor de las libertades».

La visión del Gobierno es antagónica. Lo acusan de secundar la conducta «hostil y terrorista de la mafia miamense». Otro de sus crímenes fue crear la agencia de prensa «Patria» en 1995. Desde 1993 publicaba bajo el seudónimo de Pedro del Sol. Fue corresponsal de la agencia de prensa independiente «Cuba Press». Ha pasado por el Combinado del Este, la prisión Nieves Morejón de Sancti Spiritus y, en noviembre de 2005, fue trasladado a Canaleta, en su provincia natal, la llanura de Cuba, a 400 kilómetros de su familia, que vive en Simón Reyes. Estudió con los Maristas, se licenció en Geodesia y Cartografía y fundó la Cooperativa Avileña de Periodistas Independientes, para el castrismo, un «grupúsculo contrarrevolucionario al servicio de los Estados Unidos». Como Guillermo Fariñas -en huelga de hambre y en condiciones lamentables- pertenece al Grupo de los 75, firmantes del «proyecto Varela», que reclama libertades en Cuba.

Oswaldo Payá, responsable del «proyecto Varela» y premio «Sajarov» del Parlamento europeo, se libró de la celda porque Castro quería evitar un posible Nobel de la Paz encarcelado. Las detenciones de 2003 golpearon la línea de flotación de la disidencia interior, pero rearmaron de argumentos a los de fuera. La lucha sigue. Ayer mismo, la plataforma Cuba Democracia ¡Ya!, que reúne a opositores del régimen de Fidel Castro, celebró que el Gobierno de España haya «desistido» de cambiar la posición europea respecto a Cuba.

Eloy Gutiérrez Menoyo.
Oviedo, M. J. IGLESIAS

Eloy Gutiérrez Menoyo, hijo de asturianos, historia pura del siglo XX, junto a Che Guevara y William Morgan, tercer comandante de la Revolución Cubana no nacido en Cuba, no disimula su indignación al otro lado del teléfono, desde La Habana. «Si un Gobierno no quiere, nadie se muere en una huelga de hambre». Al viejo militar, que se atrevió a divorciarse de las ideas de Fidel, el fallecimiento de Zapata le parece el colmo de un régimen que «sólo busca perpetuarse en el poder, pidiendo mucho y sin dar nada a cambio».

Menoyo sabe bien lo que es la cárcel castrista, estuvo condenado a 30 años. Fue liberado en 1986 gracias a las gestiones de Felipe González. Ahora teme por la vida de Guillermo Fariñas y alaba la valentía del periodista avileño -de la Ávila caribeña- Pedro Argüelles, que aunque no pertenece como él a aquella antigua casta de casas en El Vedado y fiestas en el Yatch Club, no deja de ser «un paisano asturiano». Menoyo, que ha dejado de comer en doce ocasiones para protestar por la falta de libertad en su país, ha sido alimentado con sondas, a la fuerza. La cara más conocida de la disidencia fundó en 1993 «Cambio Cubano», movimiento que proclama un diálogo entre el Gobierno cubano y sus opositores internos y en el exterior.

En el 2003 dejó a la familia en Miami y se volvió a La Habana. Desde allí intenta hacer oposición. «Lo primero que debería hacer Raúl Castro es dar libertad para que el pueblo recupere la creatividad». Cuando se le pregunta sobre ese empeño en quedarse en el país al que llegó de niño, sin tener ahora ni siquiera pasaporte cubano reconocido, el comandante responde que debe quedarse para contribuir a la democratización de la isla. Lamenta que las nuevas generaciones hayan perdido la cultura de la protesta y aboga por impulsar una nueva revolución, como la que él apoyó en su día contra Batista «pero sin este comunismo que ha llevado al pueblo a la miseria más absoluta».

Es consciente de que el régimen de los hermanos Castro levanta simpatías porque simboliza la «presunta lucha» de David contra el Goliat que se encuentra a noventa millas. «El Gobierno se aprovecha de ello, es la forma que tienen Fidel y Raúl de lavar su imagen». Menoyo, todo un seductor de 76 años, no pierde el humor: «Ya quisiéramos tener un Hugo Chávez aquí. Venezuela comparado con Cuba es un paraíso democrático».