Evaluar desde este prisma cómo es la juventud española resulta, cuando menos, una temeridad. Cualquier análisis que parta de las descripción que hace un medio de comunicación sobre cómo están los jóvenes está condenado al fracaso más estrepitoso. Pensemos, por un instante, de qué manera hablan las cadenas de televisión sobre el uso del tiempo libre por parte de los jóvenes. ¿Qué imágenes se utilizan para la elaboración de esas noticias? Efectivamente: botellones y discotecas. Se trata de imágenes con movimiento, muy visuales, (entiéndase: una rueda de prensa, por ejemplo, es aburridísima para un cámara; aporta poco), que ayudan al televidente a entender que estamos hablando de jóvenes. La pregunta es: ¿de qué manera? Pues haciendo hincapié en estereotipos, en prejuicios. Porque hay muchos jóvenes (quizá sus propios hijos) que vayan al cine, que practiquen deporte, que salgan de viaje, que chateen en Internet o, simplemente, que no hagan nada. Pero ilustrar eso en televisión, sin inducir a error, no es sencillo.
Hace unas semanas, La Sexta estrenó un nuevo reality, Generación Ni-Ni, jóvenes que ni estudian ni trabajan. El programa ha vuelto a abrir el debate sobre la juventud en España. Y en la afirmación anterior está la clave del problema. No es una reflexión sobre la juventud sino sobre una parte de la juventud. Aunque, claro, los matices hacen que el tema pierda fuerza. Según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), tan sólo un 6% de la población menor de 34 años (poco más de 700.000) ni estudiaba ni trabajaba. Por tanto, lo excepcional, lo que está fuera de lo normal: lo periodístico. Teniendo en cuenta la situación por la que atraviesa nuestro país, las dificultades para emanciparse, y los sueldos miserables -por citar solamente algunas circunstancias-, quizás el dato resulte revelante para los sociólogos pero insuficiente para abrir un debate que cuestione la juventud en nuestro país. Y, en todo caso, quizás habría que preguntarse por qué ocurre eso antes que responsabilizar a los jóvenes de una situación que, probablemente, no hayan provocado ellos sino que la están sufriendo.
Hablar de los jóvenes asociándolos a la apatía, la falta de constancia, de compromiso, al pasotismo, es un lugar común. El año pasado, 1.400.000 jóvenes accedieron a la Universidad: el doble de los ni-nis detectados por la EPA. Y sin tener en cuenta que se trata de estudiantes de 18 ó 19 años, y el 6% de los que no estudian ni trabajan se encuentran son jóvenes cuyas edades oscilan entre los 16 y los 34. En los últimos 15 años, siete nuevas universidades abrieron sus aulas en la Comunidad de Madrid. De ellas, cinco son privadas. Y ninguna de ellas está dirigida por una ONG.
Según el Informe de la Juventud en España del año 2008, «el sector joven es optimista en cuanto a lo que puede aportar a la política, y pesimista en cuanto a lo que se puede esperar de la política y de los políticos». Luego, ni las cosas son las que cuentan ni, desde luego, cómo se cuentan.