También participó en la XIX Muestra de Artes Plásticas del Principado de Asturias de 2008 otra artista sembrada, la gijonesa Alicia Jiménez, bien conocida entre nosotros no ya por su amplia labor creativa, siempre interrogante, sino además por su dedicación a la gestión cultural, a través del taller experimental El Hervidero, que se cuece en la galería Espacio Líquido de Gijón, o del colectivo 2clavos, responsable de exposiciones como la reciente Radiografías, en el Centro de Cultura Antiguo Instituto. Licenciada en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco, con estudios de postgrado en vídeo y arte digital en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y de doctorado en la Universidad de Granada, su trabajo con instalaciones le ha hecho acreedora de premios tan relevantes en su especialidad como el Astragal, las becas de la Semana de Arte Al Norte y del Centro de Escultura-Museo Antón de Candás o el Labjoven Experimenta, con el que el Instituto Asturiano de la Juventud financia un proyecto en Laboral Centro de Arte y Creación Industrial. La obtención de la tercera edición de este premio le ha servido a Alicia para desarrollar un proyecto de plantación colectiva que vuelve a tener a la tierra como elemento base, fermento y raíz de sus preocupaciones por la integración social de la práctica artística. El problema es que en su caso esta práctica está desligada de toda intención estética y, como bien sabían los surrealistas bretonianos, sólo la estética puede ayudar a unir elementos que son percibidos como contradictorios, como la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, lo pasado y lo futuro. Sin estética no hay reconciliación ni integración posibles, sólo brotes muertos, y una práctica artística que se pretende únicamente social está condenada a permanecer siempre en barbecho, a espera de que lluevan ideas más fértiles.