Según el representante del Ministerio Público, «en el curso de una investigación por asociación ilícita, los agentes detuvieron al acusado en su domicilio de El Llano encontrándose una pistola». El arma había sido manipulada, según el fiscal, y estaba «capacitada para disparar». Esta es la primera imputación formal que se conoce en torno a estos jóvenes que podrían ser acusados además por un delito de asociación ilícita de seguir adelante el proceso abierto por la Brigada de Información del Cuerpo Nacional de Policía.
Ésta no será la última imputación a la que tengan que hacer frente estos jóvenes ya que, como se refleja en el informe de los agentes al que tuvo acceso este periódico, los detenidos contaban además con otras armas, entre ellas cuchillos y navajas «de considerable tamaño y peligrosidad». Los imputados defendieron en su momento la tenencia de estas armas alegando legítima defensa la «rivalidad» que mantenían con una banda rival, los Latinos de Fuego, de Oviedo. La Policía también incautó a uno de los detenidos una libreta en la que los responsables del grupo, E. A. R. G. y J. D. G. C., apuntaban las decisiones que tomaban en sus reuniones, denominadas «capitulos» en su argot. Además de estos dos jóvenes, otros «Ñetas» ostentaban cargos destacados en la organización: el encargado de la disciplina era M. S. y el tesorero, J. D. V. S.
La primera acción delictiva de la que se tiene constancia por parte de los integrantes de este grupo de latinos tuvo lugar en el año 2007, tras una «riña» a las puertas de una conocida discoteca de adolescentes en las cercanías de El Piles. En ese momento la Policía comenzó a percatarse de la existencia de una organización estructurada de jóvenes latinos y puso medios para evitar que este grupo, «en estado embrionario», se convirtiera en una peligrosa banda. Los primeros pasos estaban dados. Los arrestado «castigaban», según la Policía, a quienes no cumplían sus normas. M. S. disponía de un palo con el que «golpeaba en los glúteos del infractor» tantas veces como se estableciera en el reglamento interno de la banda.
En los «delitos» más graves el infractor podía llegar a recibir hasta doscientos azotes. La banda de los «Ñetas» era una organización en toda regla y sus integrantes debían pasar por distintas fases para considerarse miembro de pleno derecho. Los «Ñetas» gijoneses distinguían diversos grados de compromiso con la causa: conviviendo, guerrero voluntario y juramentado. Su financiación dependía de ellos mismos: pagaban dos euros semanales en su reuniones en La Serena y el día 30 de cada mes, en Los Pericones, desembolsaban otros cinco. En total una cuota de 13 euros al mes.