Bandas, las dueñas de la calle

Integrantes de la Mara Salvatrucha hacen uno de los símbolos propios de su grupo.
Los integrantes de los Ñetas en Gijón acumulan numerosos delitos por agresiones, robos y tráfico de estupefacientesLos grupos violentos latinoamericanos dejan su impronta en España
Hace unos días un grupo de diez jóvenes pertenecientes a la banda Mara Salvatrucha provocaban graves heridas con un sacacorchos a un menor de 14 años a la salida de un instituto de Cornellá de Llobregat. No es un caso aislado. Las calles de Madrid y Barcelona comienzan a tener dueños. En Gijón, el pasado 2009 hubo una veintena de detenidos por formar parte, supuestamente, de los Ñetas. Acabaron el año con una pelea tumultuosa en un pub de El Llano.
El fenómeno de las bandas latinas continúa su meteórico ascenso. Responden a nombres como Latin Kings, Trinitarios, Ñetas, Dominican Don't Play, Black Panthers o Mara 18. Cada vez son más y mejor equipados. Emplean armas de fuego. En los registros de Gijón, la Policía requisó varias pistolas. Se han multiplicado los grupos y han vuelto a la violencia organizaciones veteranas que habían estado silenciadas. En noviembre, una de las pandillas más activas, Dominican Don't Play (DDP) sufrió un serio descalabro con la detención de 40 de sus integrantes en Madrid. Otras nuevas, las peligrosas maras salvadoreñas, amenazan con luchar por el control de los barrios.
Un golpe policial, la denominada 'operación Manguera' -porque a golpe de latigazos con mangueras es como se produce el rito de iniciación de los novatos-, consiguió desarticular tres de los seis 'coros' o grupos que actuaban en Madrid. Pero el fenómeno continúa. En Barcelona sin ir más lejos, donde los DDP siguen en activo y donde han resurgido con virulencia bandas que se creían liquidadas como Latin Kings o Ñetas y se han establecido nuevos grupos como los salvadoreños Mara Salvatrucha o Mara 18. Una política integradora del Ayuntamiento de la ciudad condal consiguió hace tiempo que dejaran las armas y se convirtieran en agrupaciones culturales. Pero sus integrantes más díscolos nunca lo aceptaron y han continuado funcionando al margen de la ley.
En septiembre en L'Hospitalet, en la periferia de Barcelona, las alarmas volvieron a saltar tras producirse una nueva muerte. Un miembro de la banda Bloods fue abatido a tiros. Al parecer fue escarmentado por jefes de su propia organización.
Las bandas en España se encuentran «al final de su fase embrionaria», explica Josep Maria Lahosa, director de Prevención del Delito del Ayuntamiento de Barcelona, quien también apunta que las organizaciones están viviendo un momento de gran «agitación» porque se está produciendo «un relevo generacional que afecta al liderazgo, lo que genera tensiones». Los grupos se multiplican y el caos campa a sus anchas.
En 2007, por primera vez en Asturias, el informe del fiscal de Menores alertaba de la existencia en la región de bandas juveniles organizadas cuyos integrantes, mayoritariamente de origen sudamericano, utilizan la violencia como forma de vida.
Refugio a la soledad
Las bandas representan para muchos jóvenes latinoamericanos recién llegados a España un refugio en el que protegerse de la soledad, la marginación o el desarraigo causado por la inmigración. «La falta de alternativas puede convertirlos en carne de cañón y en grupos violentos», expresa Carles Feixa, profesor de antropología de la Universidad de Lleida, quien está convencido de que es mucho mejor «habilitar canchas de deporte que abrir más cárceles para ellos». Es en el entorno de una de esas pistas polideportivas, en el parque de La Serena, en El Llano, donde se reúnen los Ñetas gijoneses. Muy pocas veces utilizan las canchas para practicar deporte.
Hay grupos que son reacios a establecer contacto con la Administración. Entre ellos están los Trinitarios, los DDP y los Black Panthers, todos dominicanos, que se han mostrado especialmente activos en los últimos meses . Se niegan a abandonar la agresividad. «La violencia es el cimiento y el lenguaje de las bandas», sostiene Lluís Paradell, jefe de análisis y estrategia de los Mossos d'Esquadra, quien señala que estos grupos deben «marcar territorio y mostrarse fuertes para hacerse respetar».
El ejercicio de la violencia, además, actúa como un elemento de «disciplina interna », según Javier Rojero, jefe de Información de la Comandancia de la Guardia Civil. «Estas bandas funcionan a través de castigos con sus coros. Practican serias amenazas y lesiones contra sus propios miembros», detalla. Un ejemplo de ello son los ritos de iniciación. Los novatos pueden llegar a recibir series de 133 latigazos si quieren ganarse un puesto