Pozuelo de Alarcón no es Belfast ni Rentería. No hay pintadas fratricidas ni muros divisorios entre barrios. En Pozuelo, al oeste de Madrid capital, ondea la bandera española por doquier, huele a pino fragante y se recicla todo lo reciclable bajo el lema 'Pozuelo, naturalmente limpio'. El INE lo señala como el municipio con más renta per capita de España y podría ser también el de mayor número de árboles por vecino, que es otra forma de prosperidad. Ni territorio comanche ni pasto de 'kale borroka'.
Pozuelo era el domingo pasado una localidad en fiestas, las de Nuestra Señora de la Consolación. Un recinto festivo partido en dos como las dos almas del pueblo: la pija, de nueva construcción, y el casco antiguo, casas bajas de aroma castellano tradicional.
La afluencia masiva de muchachada al primer jolgorio popular después de las vacaciones, cierta imprevisión de las autoridades municipales y policiales y, claro, alcohol a manta aliñado con otras sustancias fueron los ingredientes justos para un 'macrobotellón' que terminó malamente: veinte detenidos, de ellos siete menores de edad, diez agentes heridos y dos con fracturas traumáticas, cuantiosos daños materiales y el intento de asalto a una de las principales comisarías de la Policía Nacional de Madrid.
Fueron cinco horas de revuelta nocturna. En las imágenes difundidas en Internet por algunos ellos como prueba de la hazaña, Pozuelo en fiestas daba miedo. Dos días después, las huellas físicas del episodio habían desaparecido. La brigada municipal de limpieza ha hecho su trabajo y dejado el recinto y calles adyacentes como una patena. «Ha costado, sí, hemos tenido que trabajar como descosidos», comenta Adolfo, un operario del servicio.
Preguntas y respuestas
Al alcalde, Gonzalo Aguado (PP), le deja tranquilo el que la mayoría de los detenidos «no sea del pueblo» en un alarde de altura política. Pero hay cuestiones más relevantes. Se le podía preguntar por qué no se cumplió la ordenanza municipal 'antibotellón'. Se podría inquirir también qué hacían unos pocos efectivos de policía municipal, más 19 agentes nacionales, ante una muchedumbre -4.000 personas- previsible en la primera de las fiestas del poniente de la comunidad antes del comienzo de las clases universitarias. Los atestados no responden a esas cuestiones, pero aclaran otras. No, no había grupos radicales organizados, ni de izquierdas ni de derechas, entre los gamberros. Sí «elementos» concretos con antecedentes por broncas y altercados en otros puntos de Madrid; más pijos que macarras, pero desideologizados.
En su análisis, la Policía señala como principal responsable del desmadre a Johnnie Walker, al alcohol en cantidades industriales como detonante principal y aglutinante de la manada. En esas condiciones, basta con que cuatro individuos se pongan al frente para que aflore el cabestro que todos llevamos dentro. «Chicos que individualmente no lo harían, cuando se meten en una multitud acaban quemando un coche de policía», subraya el filósofo José Antonio Marina, experto en comportamientos juveniles.
Lo que tranquiliza en cierto modo a la policía abre paso a inquietudes más serias. Pozuelo de Alarcón ¿es un hecho aislado o síntoma de un mar de fondo que puede romper en cualquier otro lugar? ¿Por qué beben los jóvenes de esa manera? ¿Por qué las normas 'antibotellón' fracasan y sólo consiguen trasladar el problema? Más allá de cuestiones regulatorias como prohibir el botellón también durante las fiestas o extremar la vigilancia policial en días sensibles, las cuestiones enunciadas siguen en el aire y sin respuestas claras. El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, veía en Pozuelo una falta de alternativas de ocio no etílico para los adolescentes que es necesario paliar.