Pasan unos minutos de la medianoche y las calles aledañas al recinto ferial de Pozuelo de Alarcón permanecen prácticamente desiertas. No se respira un ambiente festivo. Es más, sino fuera por las estructuras montadas para los encierros taurinos y el despliegue policial, no habría ninguna diferencia con un día laborable normal y corriente. Si las imágenes del pasado fin de semana recordaban a la guerra, las de este rememoran las peores pesadillas de Orwell. Un helicóptero sobrevuela la zona. Cada 50 metros, un grupo de cuatro agentes vigila el espacio comprendido entre ellos y el siguiente grupo de policías A pesar de ello, unos pocos grupos de adolescentes desafían el tedio en pequeños corrillos. Se pueden ver escenas inauditas, como un grupo de adolescentes jugando al parchís en plena calle. Mientras, grupos de adultos y jóvenes debaten sobre lo sucedido el pasado fin de semana. La Policía controla las calles con un despliegue excesivo que, además de evitar posibles situaciones de riesgo, también acaba con la diversión. "Nos han jodido la fiesta", dice una chica sentada en un banco con aparentes síntomas de embriaguez. Muchos de ellos reconocen haber bebido, ya sea en casa de un amigo o escondidos en callejuelas, lejos de la vigilancia policial. Unos jóvenes muestran con orgullo su botín: dos botellas de ron y un refresco que han conseguido pasar a través de los controles. Combinan las pequeñas cantidades de alcohol que han conseguido pasar "de contrabando" con otras sustancias como el hachís o la marihuana, mucho más sencillas de esconder a los continuos controles.
Mientras tanto, en las calles principales, los hombres de azul registran a todo aquel que lleva mochilas, bolsos o con síntomas de embriaguez. En uno de estos cacheos, un agente informa al joven, tras hacerle vaciar sus bolsillos en el capó de un coche: "No podéis llevar nada de vidrio, ni botellas, ni armas ni ningún objeto contundente". En el resto de fiestas de la Comunidad de Madrid tampoco hubo incidentes reseñables. La presencia policial fue mucho menor en Móstoles o en Galapagar, pese a pedir un aumento de efectivos.
Al contrario que en Pozuelo, los jóvenes se divirtieron bebiendo en los recintos acotados o en las proximidades de los escenarios. Al final, la Policía se convirtió en mero observador de las fiestas patronales.