Un estudio sostiene que el consumo entre los jóvenes ya es indisoluble del ocio y empieza cada vez más trempano.
Las cosas están de la siguiente manera: una tarde de cualquier día al niño le ofrecen marihuana y debe decidir si consume; tiene 14 años. Otra tarde le ofrecen cocaína y debe decidir si consume; tiene 15 años. En ambos casos mira a su alrededor, tal vez está en una discoteca o en una fiesta y se da cuenta de que todos lo hacen, de que todos se divierten y lo pasan bien, y de repente se le ocurre que tal vez, tal vez si no lo hace se va a quedar aislado. Así que... qué diablos. Las cosas, en otras palabras, están así: el consumo empieza cada vez más temprano y está cada vez más ligado a la simple intención de pasarlo bien, y no solo no está mal visto ni es motivo de rechazo, todo lo contrario: es un factor de inclusión. Metes, fumas, esnifas, te colocas, te pones a 100? Entonces tendrás más amigos. O eso piensas. [TEX Megías recordó que esas estrategias datan de los años 80, cuando el gran enemigo era la heroína y la heroína, entre otras cosas, era una bruja de reputación pésima que se llevaba a sus fieles a oscuros sótanos, a los más sórdidos rincones: los excluía. [TEX

Desfase

Una prueba del desfase entre estrategia y realidad (entre teoría y práctica) es la ley que prohíbe el consumo de alcohol a los menores de 18 años, toda vez que no existe encuesta en la que los recién estrenados mayores de edad no respondan, en abrumadora mayoría (94% el último sondeo) que ya lo han probado; una ley que se saltan 9 de cada 10 personas es una ley para evaluar. Que las cosas sean así no extraña demasiado a los investigadores. Total, dicen, somos una sociedad de nuevos ricos. Y así se divierten los nuevos ricos. Y crean ejemplo.