Jesús Bernardo se toma el «botellón» en serio. El nutriólogo avilesino, uno de los más prestigiosos de Asturias, alerta de los peligros que conlleva la ingesta masiva de alcohol a edades tempranas. Bernardo enumera todo un catálogo de riesgos: daños cerebrales, pérdidas neuronales, severos fallos renales y hepáticos... Tanto es así que, según el médico, la práctica del «botellón», en muchas ocasiones, puede derivar en alcoholismo. La solución: la prevención por parte de los padres
-Si le hablara directamente a un joven que practica «botellón», ¿qué le diría?
-Pues que reconsiderara su práctica, puesto que la ingesta masiva de alcohol a edades tempranas causa daños cerebrales severos. Cada fin de semana hay chicos muy jóvenes, con 15 o 16 años, que ingresan por urgencias con comas etílicos muy serios. Un coma etílico es algo muy peligroso.
-¿Cree que el «botellón» es una práctica aislada o puede llegar a crear adicción?
-Un alto porcentaje de los chavales que beben el fin de semana acaban enganchados. En una palabra: se convierten en alcohólicos. Algunos, de hecho, con 17 o 18 años ya lo son.
-¿Tienen casos de alcoholismo juvenil en la clínica para la que trabaja?
-La unidad de psicología del centro maneja varios casos de alcoholismo prematuro. Es así de crudo, pero es la realidad.
-Dentro de los daños cerebrales que puede causar la ingesta masiva de alcohol, ¿cuáles son las más graves?
-El alcohol en grandes cantidades provoca una gran destrucción neuronal, con lo que la actividad cerebral disminuye. Esto puede desembocar en serios problemas en los procesos que tengan que ver con la lógica y en la reacción ante los problemas. Se pierden reflejos y poder de concentración, y los chavales rinden mucho menos tanto en el ámbito escolar como en el familiar. Para que la gente lo entienda: como se dice coloquialmente, se pasa de todo.
-¿Qué problemas físicos causa?
-Puede provocar fallos renales y hepáticos severísimos.
-Se asocia el «botellón» con un efecto socializador para los jóvenes, ¿está de acuerdo?
-En absoluto. Con el «botellón» no se hacen amigos. Es más, pueden perderse. El alcohol genera violencia, obnubila al bebedor y le hace ver que no tiene límites y que puede conseguir cualquier cosa, aunque sea a través de la violencia.
-¿Cuál es, según su opinión, la receta para aminorar los efectos del fenómeno?
-Concienciar a los padres de que, a poco que se descuiden, pueden tener hijos alcohólicos en sus casas. En este caso no puede existir permisividad paterna. Deben afrontar el problema y ser conscientes del daño que pueden sufrir los chavales. Parece que la sociedad no se quiere dar cuenta de ello.
-¿Qué labor pueden hacer los docentes?
-Siempre digo que los profesores son profesores, no padres. Los docentes deben enseñar conocimientos, pero los chavales tienen que venir educados de casa. La responsabilidad debe recaer absolutamente en los padres.