El 'éxtasis criollo' arrasa

Si ya es una desgracia ser el principal productor mundial de cocaína, resulta decepcionante conocer que Colombia ostenta otro infausto 'ranking'': el primer lugar en consumo de éxtasis de Latinoamérica.

Las pastillas que tanto gustan en España, otra nación que ocupa siempre lugares destacados en las listas de drogadicción planetarias cuando no las encabeza, llegaron a esta nación sudamericana desde Europa. En ocasiones venían como un trueque: los narcotraficantes de poca monta mandan cocaína al Viejo Continente y les pagaban con esas píldoras que luego comercializaban en el mercado interno con jugosas ganancias.

Pronto se volvieron habituales en los rumbeaderos -nombre de los locales de baile y copas-, que a mitad de la noche pasaban de salsa y otras músicas latinas que todo el mundo bailaba, al monótono e insufrible bacalao, conocido aquí como 'trans'. Era la señal inequívoca que el éxtasis había ganado la batalla. Aparecían entonces las bebidas energéticas y las botellas de agua.

Lo mismo sucedía en las fiestas caseras. Cuando avanzaba la velada, el disc-jockey de turno cambiaba el ritmo y uno ya sabía que había llegado la hora de recoger bártulos e irse a casa. Porque no hay nada más aburrido para un sobrio que un borracho pelmazo o un amigo con 'pepas' (pastillas), amén del género machacón de marras. Si los primeros son de una verborrea confusa y repetitiva, éstos últimos se vuelven melosos, tocones, locos por el bacalao y trasnochadores incansables.

Por una pastilla cobraban en la calle 30.000 pesos (unos 10 euros), un poco caro para los jóvenes de presupuestos estrechos. De ahí que haya surgido un nuevo producto responsable no sólo de haber aupado a Colombia al primer lugar antes comentado sino de enganchar a niños y adolescentes.

El 'éxtasis criollo' sólo cuesta lo equivalente a euro y medio. Las autoridades sanitarias no conocen los ingredientes del nuevo estupefaciente, sólo que lleva altas dosis de pseudoefredina, utilizado por la industria farmacéutica nacional para producir la mayoría de los medicamentos que combaten la gripe.

Como será de efectivo en la fabricación de las copias locales de las drogas sintéticas bautizadas en Europa como éxtasis, que la importación del mencionado componente creció un 50% en los últimos dos años.

Como nadie sabe qué diablos le meten a los estimulantes, los expertos advierten que las consecuencias para los consumidores pueden ser fatales. Además, aquí las mezclan con frecuencia con las copas, multiplicando los efectos y aumentando el riesgo de los efectos secundarios.

Uno de quienes mejor conoce el mundo de los drogadictos, Augusto Pérez, director de la Corporación Nuevos Rumbos, ONG dedicada a rescatarlos, le dijo a un diario bogotano que si bien la policía tiene las muestras, puesto que ha cogido varios cargamentos, nadie analiza su composición. "Eso implica órdenes judiciales especiales, cadena de custodia, definición de laboratorios y unos costos que nadie asume. Esa es una de las razones por las cuales no sabemos con exactitud qué contienen esas mezclas. Todo queda registrado como 'éxtasis' aunque no lo sea", señala.

Tampoco hay campañas publicitarias disuasivas ni siquiera los padres conocen los efectos para detectar si sus hijos son o no consumidores. Y no faltará el que se muestre halagado cuando se entere que su adorado retoño no bebe whisky sino agua embotellada.