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diciembre 2007

«Generación Tupperware»

GRAFICO: la juventud urbana en asturias
El Tupperware, ese recipiente plástico que sirve para conservar y transportar comida, es el símbolo que mejor define a los jóvenes de las zonas urbanas de Asturias. Concretamente, los Tupperware que les preparan sus madres para llevarse al piso nuevo, una vez que consiguen emanciparse. Los jóvenes que viven en «el ocho central asturiano», el área comprendida entre Oviedo, Gijón y Avilés, son la «Generación Tupperware», según concluye el estudio «Juventud urbana en Asturias», elaborado por los sociólogos Enrique Alonso y David Pemán, por encargo del Consejo de la Juventud. En total, esos 151.155 jóvenes de 15 a 34 años representan el 26,4% de la población de los tres municipios urbanos asturianos, frente al 25,6% del conjunto del Principado. El 55% de los jóvenes asturianos vive en Oviedo, Gijón y Avilés, y de esos municipios, Oviedo es el que concentra más población joven: el 27,4% de sus habitantes.

Hasta aquí, el marco general del informe, que fue presentado ayer y que asegura que «los criterios puramente economicistas no explican por sí solos la baja emancipación juvenil asturiana»: 6 de cada 10 de esos jóvenes de la región viven bajo el techo de sus progenitores, una tasa que sitúa a Asturias en la cola del país en cuanto al número de jóvenes independizados. Las causas de que no se vayan a vivir solos hay que buscarlas también, según este documento elaborado a partir de grupos de trabajo y entrevistas con jóvenes y padres, en «un contexto sociocultural en el que las relaciones familiares son primordiales, tanto en el calendario como en la intensidad de la emancipación».


«El modelo ideal de paso a la vida adulta para esos padres consta de una tríada de seguridades», precisó Alonso. «En primer lugar, quieren que sus hijos tengan seguridad económica o laboral, y de aquí las inversiones que padres y madres realizan para que sus descendientes sigan acumulando capital académico o se presenten a oposiciones a la función pública». Porque los progenitores «valoran, por encima de todo, el puesto fijo, sin tener en cuenta la autorrealización o cualquier otra aspiración que los hijos puedan anteponer». Una vez conseguida esta seguridad, desean para ellos seguridad afectiva antes de abandonar la residencia familiar, una estabilidad de pareja en la que «el matrimonio es la máxima expresión del compromiso» y en la que «irse de casa sin pareja estable es motivo de sanción». La tercera pata de este trío es la seguridad residencial. La mayoría de los padres asturianos, según el estudio, «vinculan la emancipación a la compra de una vivienda», una visión de la vida que «se legitima a través de la metáfora del saco roto, según la cual alquilar una vivienda es tirar el dinero». «Por un poco más, pagas una hipoteca» y «tienes que tener algo propio y no estar toda la vida de alquiler» también se esgrimen como razones. Y en el caso de que la juventud opte por emanciparse sin estas tres condiciones, «los padres y madres desarrollarán estrategias de retención» en espera de «que se cumplan», algo que «beneficia a las empresas, que pueden mantener mano de obra barata, flexible y dispuesta, cuyo nivel de vida está subvencionado».

Ahora bien, una vez que dan el paso del piso, los jóvenes urbanos «mantienen un fuerte vínculo con su familia de origen y afirman querer mantenerlo en el futuro». Es así como «se hace dominante un modelo de familia extensa flexible» que se caracteriza por «la ayuda mutua entre progenitores y descendientes», «el contacto cotidiano» entre ambos y «la cercanía residencial». Y por esa última razón, «en la compra o alquiler de piso se valora la cercanía a la residencia paterna y/o materna».
La solidaridad familiar de la que los jóvenes se benefician incluye desde ayudas económicas a «apoyo logístico» relacionado con la vida en la nueva vivienda al cuidado de los nietos. Afectividad e incondicionalidad. Otro ejemplo de esta ayuda tiene que ver con la comida: «La conservación de los lazos con la familia de origen cristaliza en la comensalidad diaria, en unos casos, y en la comensalidad de fines de semana, en otros». Y a esa «comensalidad presencial» se suma una «comensalidad a distancia, a través del Tupperware».

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