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Europa

Las cumbres - João Fernandes - SVE en España

Escribir es algo que me gusta, y por eso mis artículos siempre son especialmente largos y siempre me siento obligado a elegir muchas fotos para hacer la lectura más ligera. Siempre siento que tengo más qué decir sobre todos los temas sobre los que escribo aquí y me cuesta mucho trabajo sintetizar, porque siento que a veces eso me impide expresar mis ideas o mis pensamientos de una forma más fiel. ¿Y por qué escribo esto ahora?, estaréis pensando. Bueno, lo escribo porque me sorprende mucho que, ahora cuando solo me quedan dos artículos antes de volver a Portugal, encuentre tan difícil escribir.

Lo importante, y lo digo por experiencia, es empezar, y luego las palabras me salen. El asunto del que voy a hablaros (para evitar hablar sobre mi regreso o pensar sobre él) es el fin de semana pasado, en el que diez jóvenes alquilamos una casa rural cerca de los Picos de Europa. Esto empezó como una idea de Ana, que tiene una conexión muy íntima con las montañas, y a mí me pareció genial desde el principio. Me he sentido muy cansado, con sueño, lleno de ganas de desconectarme un poco de todo, así que quise ir al campo a descansar y a pasarlo bien durante tres días, aunque esos días siempre me parecerían cortos.

 

Como he dicho, fuimos diez jóvenes que nos juntamos para alquilar una guapísima casa rural. Lo que yo todavía no os dije fue que cada uno de esos diez jóvenes tenía una nacionalidad distinta. Así que representantes de muchas partes de Europa y del mundo se juntaron y, en lugar de irse a una cumbre de las Naciones Unidas, se fueron a una casa perdida en el interior de Asturias, como si estuvieran escondiéndose o protegiéndose de un conflicto mundial.

Como podéis imaginar, juntar diez nacionalidades en una sola casa tiene que ser una experiencia única, especial y posiblemente irrepetible. La casa, además, era increíblemente bonita y su entorno natural no tenía precio, sobre todo por la mañana cuando, nada más despertarme, miraba por la ventana de mi habitación, en la última planta, y las montañas se presentaban delante de mí, cubiertas por una niebla suave que se movía con el viento. Llovió mucho durante el fin de semana y nada apetecía más que estar todos juntos en el salón, junto a la chimenea, calientitos, jugando a las cartas u otros juegos. Como se esperaba, el idioma era un problema, ya que no había ningún idioma que todos pudieran entender o hablar, pero algunas traducciones simultáneas lo arreglaron fácilmente.

   

La mañana del sábado fue el único período del fin de semana en el que el sol brilló sobre Asturias, y afortunadamente no perdimos la oportunidad de visitar dos lugares que toda la gente que vive en Asturias debe conocer, por el peso que tienen en la identidad de la región: esos lugares son Covadonga y Cangas de Onís. En el primer lugar, visitamos el santuario y la Santa Cueva, a la vez que nos encantó el paisaje con todas las montañas a nuestro alrededor. Sacamos muchas fotos y algunas de ellas las adjunto a este artículo, así que aprovecho este momento para darles las gracias a los fotógrafos que grabaron esos momentos tan bonitos. Luego subimos a los lagos de Covadonga, uno de los lugares más visitados de los Picos de Europa, sobre todo durante el verano, y el paisaje que pudimos admirar era asombroso. Las montañas blancas, tan cerca, cerraban el marco natural. Se oía la gente que hablaba cerca de nosotros, pero aun así nos sentíamos en el reino del silencio, muy arriba del mundo normal de las ciudades, de las carreteras, de la gente. Estábamos arriba de todo, e incluso el cielo parecía más próximo: tan próximo que parecía real la posibilidad de seguir subiendo y tocarlo, y desde allí mirar todo el mundo, con el tamaño de una pelota de tenis.

 

Cangas de Onís fue el lugar donde comimos, en un restaurante, además, buenísimo. Algunos comimos fabada como primer plato (nada más asturiano que estar en Cangas de Onís comiendo una fabada), y otros una sopa de zanahoria que estaba todavía más rica (¿se nota que tengo hambre?). En Cangas de Onís no pudimos dejar de subir al famoso puente romano, uno de los símbolos de Asturias, y allí sacar una foto de grupo que ahora tengo como fondo del escritorio de mi ordenador. El fin de semana fue, pues, una secuencia admirable de momentos inolvidables que yo recordaré durante mucho tiempo.

 

Una sola semana me queda, y un solo artículo. Por el contrario, me quedan muchísimas cosas que me gustaría hacer o volver a hacer. Sin embargo, la actitud que yo he adoptado para enfrentarme a estos últimos días de mi proyecto es pensar en su fin como el inicio de un descanso antes de volver a Gijón muchas más veces en mi vida, y eso es algo que insistiré en cumplir. Así que, la semana que viene, diré "Adiós" a este blog pero solamente "Hasta luego" a Gijón y, por supuesto, a la gente de aquí.

Y, tal y como lo esperaba, este artículo volvió a ser muy largo.

De vuestro amigo,

João

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