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Portugal, "donde la tierra se acaba y el mar empieza" - João Fernandes - SVE en España

Vuelvo hoy a escribiros, tras unas semanas de ausencia. Esta es, por lo tanto, la primera ocasión que tengo para desearos un 2016 que os haga felices y en el que muchos de vuestros sueños y proyectos puedan cumplirse.

En cuanto a mí, como tenía que ser, fui a Portugal en navidad. Si en octubre volví allí solamente por cuatro días, que siempre resultan pequeños, para las navidades estuve cerca de semana y media. Necesitaba ese retorno. Había amigos a los que no veía desde mayo y lo poco en que estuve allí en octubre no fue suficiente para que me volviera a sentir como en casa en el lugar que es, de hecho, mi casa. O sea, me resultaría muy difícil describiros la sensación de haber, por fin, vuelto a ese lugar: y lo mejor era que yo sabía que mi proyecto de voluntariado en Asturias no había llegado a su término, así que el retorno a Portugal (algo muy bueno) no significaba el fin de una época que ha sido estupenda.

 

Estamos en invierno, y por esa razón yo no puedo acusar a la meteorología por haberme dado una mala sorpresa. Hacía un frío asombroso y llegué a Lisboa en una tarde de niebla cerrada. ¡En Gijón hacía mucho mejor tiempo! Yo tenía planes de viajar y de volver a ver a mucha gente, y el tiempo prometía no ayudarme. Pero si algo he aprendido con estas dos veces en las que volví a Portugal, fue que hay que aprovechar al máximo el tiempo que tenemos, aunque las condiciones meteorológicas u otras no sean las mejores. Y al final, a lo largo de la semana, el tiempo empezó a mejorar y no podía imaginar un sitio mejor donde estar.

Un día, por ejemplo, volví a Évora. Es una ciudad muy especial para mí y con mucho significado para mi familia, ya que mi madre estudió en su histórica universidad. Se trata de una ciudad protegida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Es la capital de Alentejo, una región de sol, de suaves montañas y de casas blancas con rayas azules o amarillas. Es una región cuyos vinos son cada día más reconocidos y donde la gente es muy simple, cocina muy bien y se conoce por su manera muy calma de vivir y de hablar.

  

No iba a Évora hace unos cuatro o cinco años y la diferencia se nota. Los testimonios de distintas épocas históricas (romana, medieval y renacentista) se pueden visitar y esos monumentos se encuentran muy bien preservados. El museo municipal tiene ahora un nuevo edificio, justo en frente, para exposiciones temporales. El Palacio de D. Manuel, uno de los edificios que más me gustan en la ciudad, lo encontré abierto por primera vez. Aun así, lo más importante se mantenía sin ningún contraste: la ciudad seguía muy limpia y nos sigue seduciendo hasta el punto que obliga uno a confesar a sí mismo que no estaría mal vivir allí durante una temporada, porque cuando se ve Évora nada más existe. 

 

La nochebuena, por supuesto, la pasé con mi familia. En Portugal, como en la generalidad de los países pero no en España, los regalos se dan en la nochebuena: según la tradición, a las doce de la noche. Es una fecha de extrema importancia para reunir a la familia alrededor de la mesa - familias que a veces no tienen muchas ocasiones de reunirse a lo largo del año. Suele prepararse un plato de carne y otro de pescado (bacalao, muy a menudo) y, claro, muchos postres que se comerán durante muchos días hasta que no podamos verlos más.

 

Hace muchos años que tengo la norma de pasar la nochebuena con mi familia y la nochevieja con amigos. Así que volví a España el día 30 de diciembre y entré en el nuevo año en España. No es la primera vez que empiezo el año fuera de mi país, sino que es la segunda vez consecutiva que lo hago: el año pasado, lo empecé en Ámsterdam. Pensé que 2015 tendría una hora menos porque lo había empezado con el huso horario de Holanda y lo terminaría con el portugués (una hora menos), pero al final el año tuvo las mismas horas que casi todos los demás porque la nochevieja fue una nochevieja española. ¡Pero sin uvas!

Me despido aquí y espero todavía traeros novedades interesantes durante los dos meses que me quedan.

De vuestro amigo,

João 

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