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La capital más alta de Europa - João Fernandes - SVE en España

Cinco días y cuatro noches: en cualquiera de los muchos lugares muy interesantes que he visitado en España estos últimos meses, cinco días y cuatro noches serían demasiado tiempo, pero no en Madrid, donde estuve durante este largo fin de semana hasta el pasado martes. En Madrid esos días y esas noches parecieron insuficientes.

No estamos, por supuesto, hablando de una pequeña ciudad o de un lugar que se pueda visitar y conocer en poco tiempo. Madrid es una ciudad tan completa que hay que visitarla varias veces a lo largo de una vida y siempre allí encontraremos nuevos motivos para volver una vez más.

Esta no fue mi primera vez en Madrid, pero puedo deciros que apenas conocía la ciudad. Había estado en la capital de España dos veces: una de ellas simplemente de paso, sin que haya siquiera bajado del autobús. La segunda vez dormí una noche allí y me acuerdo de ver la Gran Vía y la Puerta del Sol, y poco más. Así que Madrid, aunque es la capital extranjera más cercana de donde vivo, la tenía menos visitada que otras ciudades mucho más lejanas a las que he ido y vuelto a ir varias veces.

Mi experiencia en España siempre estaría incompleta si yo no aprovechara algunos días para ir a arreglar esta situación. Mis planes eran claros: quería visitar en Madrid aquellos lugares que me gusta visitar en otras grandes ciudades, como los parques, los museos y los barrios con más identidad. Antes de irme, busqué informaciones sobre horarios y tarifas, localización de cada punto de interés, cómo llegar a los que están en las afueras, y preparé un calendario y horario de visitas, que pude cumplir a rajatabla - a pesar del tiempo perdido en las colas, ya que estos días todo en Madrid tenía largas colas para entrar, porque me parece que toda España había decidido aprovechar el puente de la Constitución en la gran ciudad.

 

El primer día, el viernes, llegué a Madrid sobre la una de la tarde. Tras dejar el equipaje en el hotel, caminé hasta un lugar que nunca había visitado pero que me despertaba mucho interés: la Plaza Mayor. Debo decir que la Plaza Mayor me desilusionó un poco, pero creo que la razón que lo explica es que ella estaba completamente ocupada por un mercadito de Navidad: la gran plaza no parecía un espacio abierto, sino un sistema complejo de calles muy estrechas, por lo que era imposible tener la perspectiva de un espacio amplio que yo esperaba. Volví después por la Puerta del Sol y por la Plaza de Cibeles hasta el punto de interés siguiente: el Museo del Prado.

 

No hay mucho que se pueda decir sobre el Prado, porque no hay nada como visitarlo y entender así el porqué de no haber palabras para describirlo. Es un museo muy grande pero su calidad es aún mayor que su tamaño: no hay obras de arte en el Prado que no merezcan que perdamos varios minutos observándolas. El museo alberga la más importante colección del mundo de arte española, y eso no es poco, ya que España es el país de natal de muchos genios de la pintura.

 

El segundo día desperté pronto para coger el tren hacia El Escorial. Hace muchos años que tenía ganas de visitar ese palacio y monasterio de dimensiones impresionantes, y lo que encontré fue exactamente lo que había imaginado: un edificio enorme, austero y pesado, muy sobrio y clásico, muy lejano de la decoración barroca de algunos palacios con los que tiene importantes similitudes, incluso en Portugal. Los puntos altos de la visita son, en mi opinión, el Panteón de los Reyes y la Biblioteca, seguramente una de las más bonitas del mundo. El monumento se construyó en un lugar de gran belleza natural, con montañas alrededor: un destino perfecto para huir de un Madrid demasiado lleno de gente y con un aire demasiado contaminado.

 

Por la tarde volví a Madrid a visitar el Museo Arqueológico Nacional. Para no escribir mucho sobre ello, me bastará decir que este es el mejor museo arqueológico que he visto: nos hace comprender el modo de vida de todos los pueblos, civilizaciones y culturas que han vivido en la Península, como un libro de Historia ilustrado con objetos verdaderos. Es un museo más eficaz, desde el punto de vista de la información y de las ganas de aprender que nos da, que el Museo Británico de Londres. Dentro de su tipo de museo, es absolutamente perfecto.

  

Al día siguiente, por la mañana, crucé el Paseo del Prado para caminar calmadamente por el Parque del Retiro: un lugar maravilloso que reúne naturaleza, silencio, tranquilidad y arte - un lugar de felicidad; encima hacía un sol increíble que todo llenaba de luz. Antes de comer, busqué la tumba de Cervantes, pero me di cuenta de que el monasterio donde esta se encuentra sólo abre a visitas en grupo y mediante reserva. Intenté también visitar la Casa Museo de Lope de Vega, pero hacía falta reservar con bastante antelación. Por la tarde el objeto de mi visita fue el importante museo nacional de arte moderno y contemporáneo: el Centro de Arte Reina Sofía.

Me quedaba un día de visita y el plan era el siguiente: por la mañana, el Museo Thyssen-Bornemisza; por la tarde, subir la Gran Vía (apenas había espacio para caminar...), cruzar la Plaza de España, ver el Templo de Debod (un templo del Antiguo Egipto que el gobierno egipcio ofreció a España como un gesto de gratitud) y terminar la tarde con la visita al Palacio Real de Madrid y a la Catedral de la Almudena. Aunque quisiera hacer más durante esa tarde, sería imposible porque esperé hora y media en la cola para el Palacio Real.

  

Primera conclusión: Madrid es una ciudad increíble, a la que vale la pena volver siempre que sea posible. Segunda conclusión: volver allí siempre que sea posible, ¡pero no en la misma fecha!

De vuestro amigo,

João

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